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El 19 de marzo de cada año marca un antes y un después  en la vida de un colectivo que sabe renacer de las cenizas que sus monumentos dejan tras el acto inevitable de la cremà.

Después de la cremá del resto de fallas infantiles de la ciudad, pasadas las 22:00 horas, le tocaba el turno a la municipal. Claudia y su Corte de Honor no podían aguantar sus lágrimas viendo como su fallita ardía bajo la mirada atenta de Ceballos y Sanabria que les acompañaban. Son momentos que nunca se podrán olvidar, porque, a pesar de que existen otros actos en los meses siguientes, lo cierto es que este momento marca un final de ejercicio.

Tras la recogida de los ninots elegidos y las cenizas, recuerdos para el futuro, todas ellas se retiraban para dar paso a la cena y posteriormente asistir a la crema de la grande.

Pasaban unos  minutos de la una de la madrugada cuando escuchábamos a Carmen dar la orden de disparo de la última mascletà de color.  Un momento después el Moisés que plantó Manolo García iniciaba el último ciclo que no era otro que ser pasto de las llamas.

Vicente Caballer tuvo la culpa de que disfrutáramos de un bello final de esta obra que tantos millones de personas han podido contemplar en directo o por TV.  Manolo García nos lo comentaba antes de iniciarse, y tenía toda la razón del mundo, porque podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que esta ha sido una de las espectaculares cremas que se recuerdan.

Aquí acaba un ejercicio con muchos momentos difíciles para el colectivo. Con él enterramos ese 21 % de IVA, y nos quedamos con el 10 otorgado hace pocas fechas; ese otro calvario judicial de Azcárraga, aunque quedan flecos por determinar, y, esperemos, que también quede en agua de borrajas esas pretensiones de la directiva del colectivo de artistas falleros. Sólo nos faltaban las últimas declaraciones de su presidente echando en cara a los artistas que han apostado fuerte con su propio dinero. Lamentable, pero cierto.

El 2015 nos abre alguna esperanza  con la continuidad de la misma subvención y el deseo de que la economía del país se estabilice y con ella la del colectivo fallero. Y es necesario de una vez por todas que llegue el reconocimiento desde la Unesco declarando la fiesta como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

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Vídeo: B. Torralba