Lo sufrió en 2006 Ramón Espinosa. Durante las pasadas Fallas le tocó a Emilio Miralles, y lo han sufrido Pere Baenas y Vicente Martínez Aparicio en las Hogueras de 2007. Un fallo de cálculo o la actuación de unos vándalos echan por tierra el trabajo y las ilusiones que han mantenido vivo un proyecto en la mente inquieta del artista fallero. A Ramón y a Pere les tocaron las "cremaes" anticipadas, y Emilio y Vicente tuvieron sus problemas con la madera y el equilibrio.
Cuando una falla -o una hoguera- sucumbe o es destrozada la fiesta se resiente y llora; todos los integrantes del colectivo, sea el que sea, se sienten tocados y con una sensación de desasosiego difícil de expresar. Pero el colectivo de los artesanos falleros no. No tienen ese sentir, esa angustia. Ellos no. Y hay pruebas para demostrarlo.
La inquietud ante los problemas de un compañero de profesión, un hermano de cabirón y tacha, no se viven con angustia, sino con lo que se podría denominar "aquí estoy yo". El artesano, por definición, lo es y se sabe artesano; conoce a la perfección que el suyo no es un trabajo de nueve a dos y de cuatro a ocho. Es sacrificio. Y cuando algo, lo que sea, trastoca los planes y hacer torcer el rumbo de ese sacrificio se sufre lo indecible.
El colectivo de los artistas falleros demuestra constantemente que en su profesión el corporativismo existe, que la rivalidad es sólo eso, rivalidad, y no la típica inquina que pueden tenerse dos acérrimos competidores, y que en un taller todos son iguales.
Servidor de ustedes se conmueve cuando, a toque de trompeta, los hacedores del arte efímero se presentan de inmediato para ayudar, para socorrer, para dar aire al compañero que lo necesita. Es algo digno de encomio que hace más grande, si cabe, la profesión de artista fallero.
A Pere Baenas le quemaron parte del remate, e inmediatamente todo el mundo quiso ayudar al de Daimuz, aunque fuera para rascar corcho. Claro que el taller de Baenas es casi una fábrica mágica, como la de Willy Wonka, y en unas cuantas decenas de horas... aquí paz y después gloria. ¿Y dice usted que le quemaron la pieza? Cualquiera lo diría...
Lo de Martínez Aparicio fue de escándalo. La noche de la plantà tenía a pie de hoguera a todo el gremio de Burriana y parte del de Valencia para lo que hiciera falta, todos ellos a las órdenes de un hombre que volvió a demostrar una vez más su dimensión como profesional: inconmensurable. José Pascual Ibáñez "Pepet" dirigió un "equipo de plantà" en el que estaban Sergio Edo, Lázaro Chuecos, Loren Fandos, Vicente Llácer, José Lafarga, Salva Dolz, Castellblanque, José Serra y un larguísimo etcétera al que se añadieron, acabadas sus respectivas "plantaes", los equipos de Manolo Algarra, Paco López Albert... oiga, el acabose.
Y el triunfo fue sonado... aunque a los dos días la hoguera no pudo superar sus problemas de estructura y se vino abajo por el remolino de viento que inundó el distrito de Florida-Portazgo. Cayó irremediablemente, pero como dijo el maestro Pepet, "es que la foguera estaba ferida des del començament".
Siempre se dice que la profesión de artista fallero es única, pero no sabemos cuánto hasta momentos como los vividos en Alicante. Señores profesionales del arte efímero, artistas falleros de aquí y de allá, para ustedes va el más fuerte de mis aplausos, así como mi más profunda admiración.

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