ImageHace tiempo ya, unos cuantos veranos, y en una de las siempre interesantes y concurridas "taulas" de Serranos, se habló de estilos y fallas -y cuándo no-, pero sacando a relucir su paralelismo con el cine. Porque al fin y al cabo, tanto la una como la otra son manifestaciones artísticas, y además enfocadas a un disfrute popular, con una narrativa universal y una concepción dirigida a todo tipo de público.
Cada vez me hago más fuerte en la convicción de que cine y fallas son primos hermanos, que podría parecer quizá obvio, pero sobre todo si hablamos de estilos la cosa es idéntica. O casi.
Hay películas de entretenimiento, películas de usar y tirar, puros artificios estéticos, cintas que enamoran, de terror, la serie B, el colmo de aquel concepto tan ochentero del "cutrelux" que puso de moda Paco Clavel y la nociva y radioactiva serie Z. Lo bonito es que haya de todo, y lo realmente edificante es verlo todo. Si eso pasa en el cine, qué decir de las fallas.
En las pasadas fiestas de Hogueras se pudo ver un cartel auténticamente enriquecedor y refrescante. Un lujo que se disfruta con mayor plenitud si quitamos de la mente y la vista conceptos trasnochados y caducos, prejuicios cargados de historia y conceptos equivocados, como lo que es o no es una hoguera.
Eliminados los clichés, la muestra de arte efímero de este año en Alicante ha sido reconfortante, empezando por la "blockbuster movie" de diseño que ha planteado Vicente Martínez Aparicio. Con Carlos Corredera a su lado, Aparicio va a dar mucho que hablar allá donde plante. Líneas puras, colores que estallan, poesía, sátira, sal gruesa, ingenio, diseño y una apuesta por la vanguardia representada en el homenaje a Miguel Hernández. Inmenso.
Luego tenemos la película propia de una "major", de un gran estudio. Hablo de la de Pere Baenas para Carolinas Altas. Baenas, Martorell y el equipo también llegaron a la "terreta" con los ingredientes para gustar al gran público, quizá en un punto y aparte definitivo dentro de su trayectoria, impecable en los últimos años.
Y la épica la puso un carpintero. Lo de Manolo García en la plaza de la Montanyeta me recordó a la escena de las cuádrigas de Ben Hur. Impresionante cine clásico de vareta con una dirección escénica a cargo de Manolo Algarra que dejó boquiabierto al público.
La "sleeper" de la taquilla fue la propuesta de Vicente Llácer para Altozano. Quinto puesto para una obra que aportó al conjunto de la carrera del artesano quizá las mejores escenas que han salido de su taller.
El batacazo de la taquilla, es decir, de los premios se lo llevó Paco López Albert con su hoguera para San Blas Alto. Un catafalco de fino sentir que gustó al público y que aportó una buena idea en cuanto a proyecto y composición.
Y el resto, pues entre Pinto y Valdemoro. Pedro Santaeulalia presentó en Séneca Autobuses una película de autor por la temática y la crítica, dura y contundente, que se dejó sentir en las bases, y Daniel Jiménez Zafrilla volvió a la categoría con una hoguera que pasó de sobra el aprobado para el Mercado Central.
No obstante, y siguiendo con la tradición impuesta desde hace años, en la batalla por la película del verano servidor se queda con la de Martínez Aparici. Peliculón.