altSegún declaraciones del secretario autonómico de Gobernación en la última asamblea de Juntas Locales, celebrada en días pasados en Paterna, los ayuntamientos de los distintos municipios serán los responsables de establecer los horarios de funcionamiento de los distintos casales de la Comunidad, algo que, en principio, vemos normal puesto que esas normas siempre vienen dadas por el ente municipal correspondiente. 
Una vez que el decreto sea efectivo, y como ya sabemos, los casales se regirán por  lo establecido en él y según la modalidad elegida libremente por cada uno, algo que, como ya hemos dicho, tendrá que respetarse con todo rigor puesto que de lo contrario caeremos en la pena que determine la ley y no habrá escapatoria.
Visto todo ello y una vez con los permisos necesarios para realizar la actividad elegida, sólo nos faltaría el permiso municipal para el horario de cierre del local. Aquí los compromisarios de este pleno abogaron por el pacto entre municipios para que todos ellos gocen de los mismos beneficios y que no haya distinciones, algo que parece lógico y que evita discriminaciones o beneficios por afinidades.
Suponemos que en breve todo será una realidad y así los falleros estarán amparados por ley ante tanto detractor de la fiesta como estamos viendo continuamente, quienes aprovechan cualquier resquicio para el ataque a nuestra fiesta anteponiendo el comportamiento del fallero y olvidando la tradición y los beneficios que ella aporta a la ciudad y a los ciudadanos que, no olvidemos, gozan de un puesto de trabajo gracias a ella. 
Pero hay algo que también debemos concienciarnos desde dentro de las propias comisiones, y es el comportamiento, caballo de batalla de los detractores, y que a partir de ahora deberá tenerse muy en cuenta aún dentro de los horarios establecidos. Porque una cosa es el desarrollo de una actividad y otra el abuso de esos derechos que la tradición y la ley nos está otorgando. El respeto ha de estar presente, y en grado superlativo, con esos antifalleros, con el sólo fin de demostrar que estamos ahí para hacer patrimonio cultural y de paso agradables los momentos de convivencia.
Porque nunca debemos olvidar el principal motivo de nuestra fiesta, el cual nos ha llevado a ser una referencia en el mundo entero, y todo ello gracias a la labor incansable de muchos valencianos que a lo largo de tantos años han ido poniendo su granito de arena. No debemos olvidar que esa referencia pasa por la calidad de nuestros monumentos, por lo que en ellos se refleja y en un grado menor por las actividades que se desarrollan alrededor de él. La diversión es algo loable y lógica, pero sin estridencias, cuidando al máximo ese respeto a nuestros vecinos, puesto que ello es perjudicial para el colectivo y su principio. No hagamos que el esfuerzo de nuestros antepasados y nuestros mayores caiga en vano por nuestras salidas de tono.
Todos somos conscientes de la fama que precede al fallero y que ello hace olvidar el verdadero espíritu de la fiesta, pero también debemos saber que no todo el mundo tiene esa imagen, y sobre todo por parte de la oficialidad. Aquí tenemos los resultados. Analizando el comportamiento hacia el colectivo por parte de autoridades, podemos ver que en la mayoría de las ocasiones, con presión incluida, estamos consiguiendo que se respete lo que es nuestro. Desde el tro de bac, que a trancas y barrancas sigue vivo, pero ahí está, pasando por los fuegos de artificio y ahora esta ordenanza que nos va a permitir seguir como estábamos, sin inversiones, ni otras particularidades que en cualquier actividad con local abierto es necesaria.
Nadie obvia la fuerza, a todos los niveles, que supone un colectivo como el fallero, con un censo tan importante y lo que se mueve alrededor de él, como tampoco se olvidan de las raíces del mismo, así como, lo más importante, esos beneficios que se generan año tras año en él. Por todo ello, no se debe obviar que el colectivo es muy importante, pero que tampoco por ello debemos tomárnoslo a la torera y hacer de nuestra capa un sayo. El respeto a los demás es importante, pero también el no permitir que se le pierda al colectivo.
La grandeza del fallero es ese afán de lucha continua para sacar adelante su comisión, la competitividad y la entrega, olvidándose del “qué dirán” o de sus propios intereses a nivel global, pero que nadie olvide de que esos derechos existen y que les pertenecen.
De todas formas, lo mejor es que la fiesta esté en paz y mientras que se vayan reconociendo los derechos, aunque sea a regañadientes, pues… mejor que mejor.