altLa palabra “perder” no le gusta a nadie. Tampoco a nadie le gusta propiamente perder, y menos cuando se pone toda la carne en el asador en un concurso, una prueba, un examen, una oportunidad, un premio. En todo.
No hablo de perder un tren, o perder peso, algo a lo que todos se apuntan cuando concluyen las fiestas navideñas. Tampoco de perder el oremus. A esto tengo que decir que los que seguro que no lo pierden, me refiero al oremus, serán los de Sanchis Bergón-Túria con la falla de Juanjo García. Canela en rama para los amantes del ingenio.
Tampoco perderán el tren las fallas de la sección Especial. En el año de las vacas más flacas y enjutas de los últimos lustros, los artistas “especiales” sacan fuerza y exprimen recursos para quedar más que bien. La verdad es que, una vez recorridos todos los talleres de la sección y vistas las interioridades de los proyectos, vuelvo una vez más a pegar un sombrerazo lleno de orgullo a la labor del artesano y su mundo de cartón piedra; un cartón tan real como los presupuestos y el día a día dentro del taller.
Tampoco han perdido el rumbo en la sección 1ªA. Cosas buenas e interesantes se prevén en una categoría donde, como en el resto, muchos, con la voz tímida de momento, advierten de que la bajada de presupuestos ha de ser inminente. Como en la Especial. Pero eso llegará después de que quememos lo que hemos de quemar, así que no perdamos el norte y andemos en recto, no a salto de mata.
Habrá quien se queje de que no se arriesga, no se innova en las secciones superiores. Está bien, es una opinión. Y yo podré parecer un conformista con lo que voy a decir, pero a mí lo que se plantará en marzo ya me va bien. No me apetece a estas alturas perderme en la jungla de la innovación, las nuevas formas de hacer falla, el metalenguaje, la falla desestructurada y yo qué sé más. Que me gusta, por supuesto, más que comer con los dedos. Pero no me quejo de lo que hay en la sección Especial y en la 1ªA, porque es de calidad superior. Como el turrón. Rico, rico y con fundamento.
Donde no habrá que perder, en este caso el tiempo, es durante este mes que comenzamos. Semana maratoniana la que nos espera por obra y gracia del calendario fallero. Las galas de la Cultura y las exaltaciones de las Falleras Mayores de Valencia copan cuatro jornadas continuas de fallerío patrio, con distintos significados, eso sí. El fin de semana de pleitesía a las máximas representantes de la fiesta se combinará con el reconocimiento público al teatro hecho por falleros. Los que suban al escenario a recoger el Saragüell ganarán, y los que se queden sentados perderán. Pero perder estando entre los mejores es un bocado menos amargo. Y los nominados son los mejores del concurso de este año, eso es una realidad como un templo.
Quizá para saber ganar hay que saber perder. Y para saber perder no hay que saber ganar precisamente. Simplemente hay que conocer las reglas básicas de la convivencia. Esto lo digo porque en las últimas fechas he venido observando indicios y demostraciones que me confirman varias cosas.
En la Sala Canal se celebraron las finales del concurso de play-back de Junta Central Fallera. Y alguno perdió los papeles. No me parecen de recibo, sea cual sea el veredicto de un jurado, las demostraciones físicas con el dedo índice y meñique hacia arriba imitando la cornamenta de animal vacuno y señalando a los miembros del jurado. Qué quieren, soy así.
Todos, absolutamente todos, hemos acabado quemados cuando el veredicto de un jurado cualquiera no nos ha dado la miel, sino la hiel. Y hemos despotricado en muchos idiomas. Pero para nosotros mismos, en privado, hablando entre amigos, en cenas y en reuniones o con los responsables a posteriori. No en la cara y recogiendo el premio. No es juego limpio. Y eso es lo único importante que queda cuando ya has perdido.