altVivimos en un círculo de vanidades en el que cabe significarse como sea o por lo que sea, hay que ser el que más, el mejor, el único, el primero, el más original, insólito, superior, extraordinario y así hasta el infinito.
Y conste que el ingenio, el deseo de superación, incluso la codicia por competir, no son el objeto de estas providencias, lo que ocurre es que a veces se lanzan alusiones que chirrían en los oídos y da la sensación de haber sido poco estudiadas, mal documentadas y sobre todo con cierta ausencia de rigor histórico para acreditarlas.
Escuchando el informativo de Canal 9 del día 22 de junio ya pasado, en alusiones a la Ofrenda de Flores en las fiestas de las Hogueras de Alicante, el narrador afirmó tratarse de “l’Ofrena més antiga de tota Espanya”.
Mi perplejidad me llevó a consultar toda la información de que dispongo sobre la mencionada fiesta y debo confesar que en ninguna de ellas figura dato alguno que lo justifique.
Desde el repaso que el columnista E. Cerdán Dato (El País Extra 18-06-2005, pág.13) hace de la historia foguerera desde 1931, el libro Un lugar en el fuego, editado por Almar 1996, con 430 páginas y un millar de grabados e imágenes, el más completo, pasando por libros y publicaciones de toda época incluidas las páginas de Internet, no encontré nada referente a los ancestros de tan significado acto oficial.
En la página 109 de Almar Ediciones S.L. habla de que a partir de 1959 la ofrenda se celebraría por la mañana y en las páginas 141/143, Tomás Valcárcel, presidente de la Gestora entre 1961 y 1979, introduce en la fiesta la Entrada de Bandas y la Ofrenda, aunque ambos desfiles, se dice, “se encuentran aún en estado embrionario”.
Como se sabe se trata de los orígenes de una fiesta “reinventada por el notario gaditano José María Py y Ramírez de Cartagena en 1928”, afincado en Alicante después de haberlo estado en Valencia. José María Bonastre Hernández, cronista oficial de Alicante, publicaba un artículo en prensa local el 18 de marzo del mismo año que titulaba “Les Falles de San Chusep en Valencia y les Fogueres de San Chuan en Alacant” en el que proponía fundir ambas tradiciones, pero en vez de cachivaches viejos, hacerlo de monumentos artísticos de cartón y madera como en Valencia.
Sus 82 años de vigencia -según las crónicas de la ciudad- ofrecen serias dudas sobre la certeza de tan rotunda afirmación. Valga que la Ofrenda de Valencia se registra desde el 19 de marzo de 1941 (Enric Soler i Godes, Las Fallas volumen II), en la que ofrecieron sus ramos de flores a la Virgen de los Desamparados las 42 falleras mayores de las mismas fallas que se plantaron aquel año, hace ya 69 sin interrupción y nadie se arroga su primacía.
He encontrado más alusiones en el libro ¡Oh Hogueras! editado por Denes “Nueve visiones críticas de la fiesta”, en el que entre otras, periodistas y escritores abordan el fenómeno de Les
Fogueres: Fernando Abad, Manuel Alcaraz, Lluís Amat, Ismael Belda, Rafa Burgos, Adrián López, Jorge Orts, Albert Poveda y Mariano Sánchez Soler.
Por concretar, el periodista Rafa Burgos apunta lo que él denomina “Solsticio corrompido” en cuya génesis logró cuadrar el círculo “cuatro días de fiesta copiada de Valencia”.
En cuanto al foguerer Lluís Amat afirma, “nos han seguido después, muy a pesar nuestro llamando Fallas”.
Tampoco voy a entrar en detalles sobre el seguimiento que las fiestas alicantinas hacen de las nuestras, es evidente que hasta el catafalco para depositar los ramos ha sido también objeto de plagio respecto del manto que desde hace varios lustros se
instala en la plaza de la Virgen con la
figura de la Patrona.
Por cierto, que en el mencionado libro Un lugar en el fuego también se adoptan “sin confirmar” que “Valencia se tomó el indulto de los ninots de Les Fogueres” y tampoco es verdad.