altVaya por delante que en ningún momento trato de divinizar al fallero por aquello de creador de algo tan humanamente divino. Desde nuestra publicación la humilde intención es tan sólo la de analizar los resultados de aquello que alrededor de las Fallas sigue creando el propio fallero. Y en ello estamos y a ello vamos.
Hoy toca el análisis del último acto vivido hace unos días en la Fonteta y que no es, ni más ni menos, que la elección de las Cortes de Honor de donde han de salir ambas Falleras Mayores de Valencia. Ahí es ná. Pues bien, sin estridencias, que suele ser siempre la manera más acertada del análisis, he de escribir eso de: “Houston, Houston, tenemos un problema”. Y así parece ser.
Nuestra divinidad y las circunstancias nos hace a veces no meditar ni reflexionar y luego ocurre lo que ocurre. Y es que hay que sopesar lo que puede resultar de que el jurado haya decidido, con todo el derecho del mundo, que una famosa mediática pudiera llegar a formar parte de la Corte de Honor.
En la elección cinco jurados han tenido la responsabilidad de hacer lo que consideraran lo más apropiado, y nadie puede poner en duda de esa honestidad que se les supone. Lo que ocurre es que esa honesta decisión conlleva algo añadido, porque hicieron lo apropiado y lo que sus conciencias les dictaron. Y lo hicieron bien, pero sin prever lo que se podía avecinar. Aunque lo bien cierto es que eso no era un problema suyo. La señorita lo valía y ellos la eligieron.
Por otra parte la referida en cuestión tenía y tiene todo el derecho del mundo a presentarse y a ser elegida, porque dotes, tenemos claro que los tiene, y si está ahí es porque esas dotes han satisfecho las exigencias del jurado. Pero la situación de la que todo el mundo ha hablado y comentado en los días después de la elección llega por el hecho de haberse ganado a pulso la fama que consiguió con su voz y con su forma de ser. Es decir, por el hecho de ser famosa.
Pero vayamos a la cuestión. Analicemos las posibles consecuencias que llegaran una vez el jurado haya decidido quién va a ser la Fallera Mayor de 2011 y quiénes la Corte, porque nunca se ha dado una situación similar. Y es que con los miles de fans que componen su club de admiradores solamente en la Comunitat, ya es suficiente para hacer que donde vayan destaque y las miradas y los hechos -llámense autógrafos y fotos-, sean para ella, lo que irá en perjuicio, queramos admitirlo o no, de la estela de aquella que ocupe el puesto de Fallera Mayor.
En el caso de que el jurado se decidiera por ella, la problemática dejaría de existir, lo que nos lleva a una responsabilidad por parte del jurado que debe pronunciarse sin lesionar los derechos de las otras doce compañeras. Y eso hay que vivirlo y sufrirlo. Y eso es con lo que se encuentra el jurado y el colectivo.

Dimes y diretes
No puedo acabar sin referirme al acto en sí de la elección. Porque señores, lo allí sucedido clama al cielo. Según el informe de presidencia, la picaresca ha superado todas las barreras para convertirse en deshonestidad e incluso delito. La falsificación de entradas denunciada en el Pleno de JCF por el presidente no tiene más que una palabra: delincuencia.
¿Cómo permitir que alguien o “alguienes” puedan dedicarse a fotocopiar entradas y dar lugar a que la dirección del pabellón comunicara el lleno, cuando aún quedaba mucha gente en la calle esperando para entrar? Impensable y lamentable.
Otra cuestión más leve fue el “acordonado” que practicaron algunas comisiones para la reserva de localidades, incluso en la tribuna de invitados, donde hubo que valérselas para acomodar a los que deberían ocupar esos asientos.
Respecto al acto en sí, sólo apuntar que, a pesar de las previsiones, volvimos a sufrir las cuatro horas, y que habría que elaborar un poco más las decisiones de encomendar ciertas responsabilidades para un acto de esas características, donde la profesionalidad debe prevalecer. En cuanto al espectáculo he de decir que se le vio una gran solvencia, al margen de lo acertado en algún número, y la buena dirección del mismo.
Como siempre la polémica de entradas es un hecho asumido cada año, lo mismo que en los medios de comunicación, aunque no acabamos de entender el exceso de alguno. O sí, pero eso es otro problema que alguien tendría que explicar.