altLas Fallas están cambiando. Se nota en el ambiente, y lo mejor de todo es que es algo que ya tocaba desde hacía tiempo. Llegan aires de cambio a nuestra fiesta, anclada todavía a viejos clichés que van fundiéndose a medida que pasan los años. Llega el momento de coger fuerzas y mirar hacia el frente con el orgullo intacto de nuestras raíces tradicionales; con el fuego de nuestro espíritu enervado por una pasión que acentúa la fiesta que hacemos en Valencia de forma única y diferente; con el ansia desmedida por seguir asombrando al público en las calles; por vivir la fiesta como no se vive en otro lugar del planeta.
Hay mucho trabajo por hacer, queda un montón de plazas en las que sentar nuestros reales. Debemos conquistar aquellos pabellones que todavía no están conquistados, y reside en nuestro prurito derribar las barreras que la costumbre y el uso desganado han puesto frente a nosotros. Por cansina y ramplona, esa expresión tan usada en las fallas de “es que esto siempre se ha hecho así” me tiene más que harto. Muy hastiado. ¿Por qué hay que hacer siempre lo mismo? Es que hacerlo siempre igual, de la misma forma, es un aburrimiento.
Aprovechemos que ya no hay dinero, que no hay medios, que hay que tirar de imaginación para que el carro siga rodando, y abramos las puertas a las ideas frescas. Que pasen los jóvenes que afrontaron el paso de la infancia a la juventud y aguantaron en la falla, no se fueron ni se dejaron embaucar por cantos de sirena adolescentes. Se quedaron y quisieron continuar con el veneno de la falla en la sangre. Ahora es su momento.
Es la época de lanzarse a la piscina, de pegarle la vuelta a la Asamblea de Presidentes, que la Interagrupación renazca por fin y no sea un órgano de medias tintas, mientras las comisiones se actualizan en una época donde la información fluye, donde todo se globaliza y donde los problemas deben resolverse en colectivo. Nos hemos mirado al ombligo mucho tiempo, y ya lo tenemos muy visto.
Las leyes redefinen los casales y todo lo que se puede desarrollar en su interior. Prohibido fumar. Eso seguro. El resto lo marcará la tipología en la que se enmarque el local, y más vale seguir las directrices o si no llegará el tío Paco con las rebajas, el Coco y la bruja Piruja, o lo que es lo mismo, el cerrojazo
por incumplir lo que, ahora sí, está legislado, normativizado,
supervitaminado y mineralizado.
El monumento, por más que algunos se empeñen en decir que no y que no, avanza y evoluciona. Se desarrolla técnicamente la industria, los profesionales cambian las miras, y aunque la vieja escuela todavía se estila en muchos casos, los nuevos tiempos de la mecanización, el diseño, las líneas rompedoras y el corte digital ya están aquí desde hace tiempo.
Las otras fallas sí pueden ser, y experiencias tan gratificantes como el Projecte Encés lo demuestran. ¿Deben ser todas las fallas iguales que ellas? No, rotundamente no. El menú debe ser variado, el día que no te comes una hamburguesa, te metes entre pecho y espalda una deconstrucción de paella con brotes de soja. Bocata, cocido, refrito y nouvelle cuisine. Todo está rico si está bien cocinado. Y esa es la historia, que esté bien cocinado, no que acogiéndose a sagrado e invocando los hados de la innovación, la falla que nos planten sea un engañabobos. Y haberlos haylos. Pero no en Encés, se lo certifico yo. Y de paso les espeto a los del prejuicio porque es “moderno”, que se lo vayan quitando, que no están de moda.
Falleros, vamos a por ello, que lo tenemos fácil. Comienza el momento de la verdad, llega marzo y las Fallas de 2011 son ya historia. Sigamos cambiando en las Fallas de 2012, no vaya a ser que se acabe el mundo.