altLo cierto es que suele resultar difícil pronunciar cualquier discurso que sea del gusto de todos los presentes, pero lo que conlleva una sobredosis de dificultad añadida es dirigirse durante más de cinco minutos a los más pequeños. Por ello, en un principio, entendemos que no debe resultar sumamente fácil la tarea de la alcaldesa de Valencia al tener que decidirse cada año por determinados personajes que han de asumir la tarea de glosar a la Fallera Mayor de Valencia en el acto de su exaltación.
De todos es comprendido que no debería tratarse de elegir a una persona más o menos culta, más o menos importante, sino acertar con aquella persona que sea conocedora de la idiosincrasia del fallero y, fundamentalmente, de la esencia del acto en sí. Lo cierto, ateniéndonos a las pruebas, es que esto no debe de ser del todo así.
La exaltación de la Fallera Mayor de Valencia es un acto eminentemente afectivo y emblemático, pero también glamuroso y transcendente, por lo que la importancia del mantenedor a nivel institucional o representativo debe de cumplir las expectativas, y eso nos lleva a “olvidar” quizá esa otra parte que busca el fallero.
Por otro lado, tampoco parece existir unanimidad entre lo que quiere o no escuchar el fallero que asiste a este acto que nadie quiere perderse.
El leitmotiv de esa presencia en el lugar donde se lleva a cabo no está perfectamente definido, porque algunos, la mayor parte, va por acompañar a la Fallera Mayor de Valencia en ese día tan señalado, y pasa un tanto de los entresijos del mismo y mucho más del mensaje del mantenedor. Todos hemos sido testigos de las ausencias en ese momento y de ahí las elucubraciones sobre el interés del discurso.
Cierto es que finalizado el acto los comentarios suelen ser sustanciosos, en pro o en contra, pero si nos fijamos un poco más, podremos apreciar que siempre se trata de aquellas personas muy vinculadas, de los puristas o de los que siempre tratan de sacarle punta a las cosas.
Dicho esto, que nuestra alcaldesa debe de tener asumido, podría ser que esa dificultad apuntada en un principio no sea tal y el interés se centre en la otra parte comentada, que es en definitiva la que trasciende fuera de nuestras “fronteras”.
Muchos han sido los personajes que han ido ejerciendo este cometido y muchos de ellos, por muy inteligentes o por su categoría, lo cierto es no llegaron a convencer al personal. Y es que, por los motivos antes apuntados, no resulta fácil llegar al corazón del fallero.
Haciendo un pequeño repaso nos encontramos con personajes de todos los campos: políticos, intelectuales, profesionales del arte escénico, de la judicatura, del toreo, del deporte, etc., y todos ellos han sido capaces de sacar adelante su discurso, unos con más éxito que otros, y algunos con ninguno.
Me gustaría recordar ejemplos como Rafael Alberti, Mingote, Federico Trenor, Justo Nieto, Juan Luis de la Rúa, Antonio Gala, Arturo Fernández, Pepe Sancho, Enrique Ponce, Fernando Vizcaíno Casas, Rafael Gómez Ferrer o José Antonio Escrivá,
y en el apartado infantil a Toni Cantó, Lola Johnson, Amparo Peris, Irene Villa, Vicente Barrera, Miliki, Amedeo Carboni, Antonio Ferrandis, Pepe Monforte, Juan Alfonso Gil Albors, etc.
Si profundizáramos en la opinión de los asistentes, a buen seguro que nos hablarían en ciertos casos de “ladrillos”, de discursos fuera de los que se esperaba, de gente divertida y de aciertos al cien por cien, lo que nos lleva a pensar que para gustos los colores, pero nadie puede reprochar la dignidad de todos ellos, el interés por esa labor encomendada y la seriedad y respeto por la fiesta.
Este año hemos contado con un gran músico amante de Valencia y sus Fallas, pocos años se las ha perdido, y una Fallera Mayor de Valencia. Los resultados están en las crónicas correspondientes, pero lo que nadie puede echar en cara, ni a la responsable del nombramiento ni a los protagonistas, son esas características antes apuntadas en el resto de mantenedores que han ejercido en todos estos años.

El fumar en el casal se va a acabar
Ya lo saben, aquel que contravenga la ley será sancionado. No hay árnica para los casales, nadie puede salirse de la norma, luego no hay más remedio que asumirla. Respecto a represalias de denuncias contra los menos apreciados, no creo que eso se llegue a producir, porque sería lamentable y despreciable.