altNo creo que transcurran los tiempos más apropiados como para hablar de descentralización, suena a “cantics d’amor, himnes de pau”, por continuar la estrofa con la que titulamos.
Ya hubo tiempos en los que se pretendió movilizar al personal para establecerse con algo así como una Junta Central paralela. No se pudo hacer nada desde el Cap i Casal y se intentó entrar “ribetejant” -tomado como asomo o indicio- es decir, por las comarcas de La Ribera valenciana con la misma suerte, oídos sordos.
Pasadas las elecciones hemos podido leer como el partido político IUPV, incluía la propuesta en sus programas, “descentralizar la fiesta y democratizar JCF” algo insólito para quien pretende gobernar desde el consistorio.
Separar la fiesta fallera de las instituciones es posible como cualquier otra pretensión, pero ojo, parémonos a pensar que la tarea necesita péndulos.
Lo dicho, péndulos, porque no sería posible pendular sin depender de un eje predominante, en todo caso estaríamos hablando de duplicidad de gestión, algo no recomendable por sus consecuencias.
Otra de las lindezas que tampoco es la primera vez que en los campos resuenan, es la de “redistribuir los recursos de los patrocinadores”.
Esto habría que mirárselo, si no entendemos mal se trataría de amasar en una tarta todos los ingresos de quienes se buscaron la vida haciendo antesalas, basculando por los despachos y partirla en 385 porciones iguales, para repartirla entre todas las comisiones censadas. Porque lo de “distribuir el dinero público en proporción inversa a los recursos reales de cada falla, para que las comisiones más modestas resulten favorecidas por el financiamiento público” tienta al despropósito.
No me imagino a un presidente levantando el brazo en una asamblea, elevando la voz y desvelando al céntimo los ingresos por todos sus patrocinadores para aportar sus dispensas en el reparto.
Otros cuantos, presentando sus papeles y en declaraciones juradas asistir voluntariamente los datos de sus recursos reales, para merma de sus propios ingresos en favor de los modestos.
Está claro que las campañas electorales son como pólvora en salvas y que algo hay que inventar para salir al mercado de los escaños, pero tampoco está de más señalar conceptos por si alguien los hace propios y volvemos a reeditar viejas aspiraciones que, como puede observarse, se siguen exhumando junto con el polvo de los archivos.
Hay cuestiones que no necesitan adjetivarse ya que por sí solas se regeneran con el tiempo.
A las comisiones falleras será muy difícil que nadie consiga llevarlas del ronzal, son voluntades altruistas, por lo general desinteresadas -exceptuando protagonismos- y sobre todo generosas, de ahí que ciertas acometidas progresistas no calen.