julio2011Cuando la vida te da la oportunidad de hacer lo que te gusta, no queda más remedio que considerarse un privilegiado. Esta es la situación que tenemos en ocasiones los falleros que nos dedicamos a estos menesteres de la información. Pero que nadie se lleve a engaño, nosotros también trabajamos, e incluso en ocasiones mucho más que otros, sólo hay que ver nuestros dispares horarios frente al convencionalismo de las ocho horas de marras.
El dedicarse a la información, sea cual sea sus distintas facetas, conlleva unos pros y contras como en muchos oficios, pero con la salvedad de que, ojo, también somos falleros, y nos conocemos. La realidad, y a pesar de que alguno no lo entienda, es que la faceta de fallero queda en un segundo término en el devenir diario. La experiencia o el conocimiento del terreno, no es excusa para cada día buscar la rigurosidad y honestidad en el trabajo, algo muy fácil de olvidar cuando uno se deja llevar por los sentimientos y el lógico fanatismo patrio que tenemos todos para defender lo nuestro y a los nuestros. Cuando te colocas delante de un folio en blanco, las espardenyas y la faja quedan en el perchero, y se debe afrontar la responsabilidad desde el sentido común, o eso se intenta, dejando colores y amistades en el cajón del aperitivo.
Hoy en día, cuando la prensa se cuela en los mentideros del escándalo continuo, del corazón latente, del espionaje británico, o de las miserias políticas, yo, en primera persona y en nombre propio, quiero romper una lanza de 250 razones para creer en el periodismo, el de verdad, el que se limita a informar de hechos y razones, y muy en particular por el periodismo fallero. Hablo de responsabilidad, de rigurosidad, de aquellos profesionales que me han hecho creer en esto años que el trabajo de informar es noble en su origen, a ellos mi agradecimiento. La información no tiene patente de corso, sea en un blog, en una web, en un periódico, en una radio, o en una revista, cualquier medio vale si uno
se compromete a poner por delante la objetividad a sus razones particulares, a ser legal.
En ocasiones me habréis oído hablar de “piratas”, que los hay. Mi trabajo o sector no se libra de ellos, pero el tiempo son razones, y el pasar de los días sitúa a cada uno en el sitio que le corresponde.
A los profesionales de la intoxicación, del todo vale por dos minutos de gloria, nunca los consideraré compañeros, porque mis verdaderos compañeros, los que de verdad considero profesionales de mi trabajo, al margen de la titulación que posean, de que me podrá gustar más o menos su labor, su programa, incluso su actitud ante ciertas cosas, son con nombres y apellidos a los que se les puede mirar a la cara sin miedo al engaño. A estos, su trayectoria y hechos les avalan.
A los otros, a los que insultan el trabajo al que he dedicado mi día a día y que me gusta, mi más sincero desprecio, porque sencillamente dañan mi profesión y mi fiesta. A ellos, a sus acólitos practicantes, cuya virtud está en no pensar sino abdicar, les dedico la ignorancia más extrema.
Para todos los profesionales del difícil y noble arte de informar, el mayor de mis aplausos, y a Braulio Torralba, por confiar que un deslenguado personaje como yo siga aprendiendo cada día este oficio, 250 abrazos de agradecimiento y respeto.