manoloOkExperimentar es una palabra que puede tener una navaja dentro de sí misma. Un filo de acero candente que te abra en canal por el mismo hecho de experimentar. De que querer ser el primero de una clase en la que pocos cursan estudios. Ahora bien, también tiene en sí misma el orgullo de ser pionero, de romper, de cambiar esquemas y de ser fruto efímero. Porque cuando se experimenta una vez, ese experimento ya está inventado, y hay que volver a empezar para deshacer el mundo.
Me pongo retórico sólo con un motivo, hacer un laudo fallero a la falla experimental. Fallas como Corona, que es una falla de las que apuesta tradicionalmente por ir en boca de todo el mundo para que la linchen y la alaben, en las más de las ocasiones aquellos que salivan siguiendo el conductismo de Paulov cuando les hablan de fallas innovadoras. Es decir, palmeros de la innovación, que los hay. No creen en otras fallas, creen en otras cosas. Pues con Corona van dados, porque son una falla que creen en la falla. En otras formas de hacer falla, de plantar falla. Pero jamás les he oído renunciar a la palabra falla. Han pasado por épocas de fiebre, pero cualquiera se equivoca. Errar es de humanos, y más de falleros.
El “Ornamento y delito” que plantearon Iban Ramón, Didac Ballester y Emilio Miralles me gustó. Eso es así. No es lo que tiene que ser una falla, pero era una falla. Eso también es así. No es el tipo de falla que me gusta, pero me gusta ese tipo de falla. Yo soy así.
El mensaje de la falla de Corona me pareció fallero, por más que la cercanía al espectador quedaba lejana. Y es que las fallas han de ser cercanas al que mira, porque para él se hacen. Luego podemos entrar a debatir si queremos que las fallas sean para todo el mundo o para una élite, pero esa es harina de un pan muy duro como para comer en estar líneas. Dejémoslo para otro día. Pero como el que hay aquí es mi espacio para gritar, yo grito que las fallas han de ser cercanas y entendibles, que la gente no necesite un traductor o en muchos casos un “explicador” a pie de falla... perdón, instalación artística.
A mí el ornamento me gustó, la idea sobre todo. Y otra falla que me gustó fue la de Castielfabib. Impresionante trabajo el de David Moreno y Miguel Arráiz. Inspirado y lírico, con verdadero impulso creativo, valiente y original. La única lástima es que la web de los dos autores, Pink Intruder, tiene una carencia total de la palabra “falla” en ella, y eso que lo que se muestran son sus fallas. Las fallas plantadas en Convento Jerusalén-Matemático Marzal y en Castielfabib, subvencionadas por los falleros y concursantes en convocatorias falleras. De hecho ganadoras de premios de fallas. Que son instalaciones efímeras no hay quien lo dude, pero es que en marzo y en la calle, ardidas y consumidas, se llaman fallas. No tengamos tantos reparos, caballeros, que la guerra que se está luchando, aunque no lo sepas, es la dignificación de la fiesta y su centro, la falla. Y que algunos nieguen que son fallas da la razón a los que dicen que las fallas experimentales no son fallas. Algo falla en todo esto, y como de costumbre son las personas y no el arte.