julio2011Llegó el verano, el sol, la playa, los pantalones cortos, y las preselecciones. El ambiente se caldea, la humedad relativa asciende, y para los falleros todo se ralentiza. No hay IVA ni venía que no se pueda trasladar hasta después del verano. La rutina se estanca, y al parecer la transpiración humedece manos y mentes hasta dejarlas en “stand by” Ahora, como hace medio siglo, todo girará en torno a un escenario, pero con una pequeña o gran diferencia.
Lógicamente yo no viví en primera persona la que llaman época dorada de la Feria de Julio, pero en ocasiones, escuchando con atención los relatos de aquellas noches veraniegas de los años sesenta, creo de todo corazón que algo perdimos, por mucho que existan ciertas similitudes.
Reconozco abiertamente que me hubiera encantado deambular por aquella Alameda de los sesenta y entrar en uno de aquellos míticos paradores de los que tanto escuché hablar, sintiéndome seguramente en el epicentro del mundo de poder vivir en primera persona la actuación de nuestro Emilio Baldoví con Los Milos y Johnny Hallyday. Pero la vida cambia, ahora, el centro de atención ha bajado de cota, y al cruzar los pretiles del viejo Turia, en el escenario ya no suena “Zapatos de gamuza azul”, sólo se escucha insistentemente la misma “sonaeta” mientras damascos de fantasía desfilan entre miradas de aprobación, o resquemor ante la posible competencia. Ésa es a mi entender la única Feria de Julio que nos queda a los falleros. En extraño paralelismo temporal, hemos mitificado de tal manera a nuestras representantes, que nos hemos convertido en aquellas “groupies” de los años sesenta, ojo, en el mejor sentido de la palabra, que aplaudían al futuro Bruno Lomas hasta quedar exhaustas.
Desde el respeto al cargo, podríamos algún día poner los pies en el suelo, ver el camino recorrido, y establecer con cierta claridad el camino que queremos recorrer. Todo tenemos y hemos tenido en mayor o menor medida nuestra particular mitomanía de cabecera, actores, actrices, cantantes, deportistas, etc, pero ninguno creo que haga de su “devoción” el eje central de su vida, por tanto, y utilizando la manida y en ocasiones hipócrita frase de que las fallas serán lo que quieran los falleros, la pregunta la creo lógica. ¿Tenemos que hacer de la mitomanía epicentro de la fiesta?
La admiración y el respeto a un cargo es una cosa, la mitificación edificada en ocasiones sobre el comadreo más estridente y viperino, es otra muy distinta, y principalmente porque el reconocimiento y respeto se debe ganar desde la valía y la cualidad, no desde la cuantía de amigos o influencias. No quiero con ello poner en tela de juicio a nadie, que ninguno se me alarme, sólo repetiré que ahora estamos a tiempo.
Dejémonos las banderas en casa, y seamos consecuentes con el siglo en que vivimos. Seamos sinceros con nuestras conciencias, y ganémonos el respeto de quienes ironizan, con razón en muchos casos, sobre el folclore de postal y vacío de contenido existente. Levantemos la mirada de nuestro ombligo, y escojamos a quien verdaderamente aspire a representar a su fiesta desde el conocimiento sincero de ésta.