julio2011Que no se me alarme nadie, no refiere el titular a ninguna afrenta nacionalista ni nada que se le parezca, tan sólo es respuesta a la negación sistemática de un derecho del fallero irrenunciable a mi modesto entender, decidir sobre su fiesta.
El pasado 26 de septiembre tendría el privilegio de compartir mesa y mantel con un grupo de falleros preocupados por el devenir diario del colectivo, gracias al ofrecimiento de la falla Santiago Rusiñol-Conde de Lumiares.Una charla donde los máximos representantes del colectivo fallero, y que no son otros a mi entender que Antonio Sánchez y Carlos Pradillas, ponían de manifiesto la necesidad imperiosa de enderezar el actual rumbo, de mirar al futuro sin olvidarnos del fundamento primordial de la fiesta.
Abiertamente, y sin ningún tipo de complejos, coincidían ambos en la necesidad de “actualizar” por llamarlo de alguna manera, el actual Reglamento Fallero, indicando que deben ser los propios falleros quienes den el paso para solicitarlo formalmente. Para ello, la Interagrupación de Fallas ya ha remitido, a las diversas comisiones agrupadas, un borrador de las mesas de trabajo realizadas. Por su parte, la Unión de Agrupaciones del Cap i Casal informaba que igualmente se estaba trabajando en ello y que pronto se daría a conocer.
Un hecho que contradice en gran manera el parecer del concejal de Fiestas y Cultura Popular, Francisco Lledó, quien en la Asamblea de Presidentes del mes diciembre de 2012, dejaba claro que “ni él ni su directiva veían la necesidad de convocar un nuevo Congreso dado que el actual Reglamento, es suficientemente abierto, y quizás poco o nada se podría variar sobre el actual”.
En la misma mesa, dos letrados en ejercicio, Miquel García Maldonado y José Luis Font Barona, conocedores e integrantes de la propia fiesta, asentían igualmente sin ningún tipo de reparos sobre las diversas incorrecciones, omisiones, o posibles ilegalidades planteadas de acuerdo a derecho, en referencia al actual Reglamento Fallero y la ley de Procedimiento Administrativo, y que desgraciadamente se han evidenciado en los últimos meses con la tradicional desidia de la Asamblea de Presidentes, y la incomprensible anuencia del Consejo Rector.
El ocultismo presupuestario, la ineficacia de los delegados de sector, el pasotismo fallero, la regulación o defensa de la falla como eje central de la fiesta, o el “rodillo” plenario, serían algunos de los temas tratados.
Paradójicamente todo esto sucedía mientras un gran número de integrantes del colectivo fallero suspiraba por una entrada para la elección de las Cortes de Honor y Falleras Mayores de Valencia, y unas elecciones gremiales estaban decidiendo quién capitanearía al colectivo artesano de los artistas falleros en uno de los momento más duros de su historia.
No quiero decir con ello que haya que emular el famoso “Duelo a garrotazos” de Francisco de Goya para elegir el orden de prioridades, pero sí, que hay que ser consecuentes con el cargo que cada uno ocupa, y decidir de una vez por todas, si apostamos por la defensa de la fiesta fallera, o por el club de amigos de la peineta y el gin-tonic.

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