emilio-poloCada vez que el articulista culinario Antonio Vergara se sale de sus meriendas habituales, sin descocarse de su sombrero de paja, arremete contra todo aquello que no va con sus tendencias. En una ocasión fue la camiseta de la Señera del Valencia CF, esta vez nos ha tocado a los falleros. Diario Levante EMV, lunes 17 de marzo, faldón de la página 40. Comienza “las fallas sitian la ciudad -desde dentro- unos veinte días”, sitiar significa cerrar todas las salidas y de veinte días nada, hasta el día 15 se puede circular sin problemas por el centro salvo en las horas de mascletà, incluso los autobuses entran en la plaza hasta las 13 horas y a las 15 se restablece el servicio. Continúa, “la gente que se aburre 345 días al año, es feliz en las Fallas”, se queda tan saciado -como cuando acaba una de sus engullidas por la cara- y dice que él se va a Toledo.
No se lo pierdan, “los falleros han transformado Valencia en un desorden apoteósico, apropiándose de calles, las noches, el derecho al sueño, al descanso, no respetando ni tan siquiera a los pacientes hospitalizados”. Esta parrafada merece tratamiento especial por su perversa intencionalidad. Su falta de respeto a los demás, el millón de visitantes que multiplica por muchas cifras a los que “huyen de las Fallas”, las 110.000 personas que desfilaron en la ofrenda, incluso los pacientes que hospitalizados o no disfrutan de la fiesta a través de los medios de comunicación, no merecen tan malicioso designio. Hay más: “a esa alegría contribuye el semblante depresivo y huérfano de los falleros, mariscales de barriada atiborrados de medallas, chapas y condecoraciones de latón durante tres semanas y vacíos de contenido a partir de la cremà”. Este elemento siempre está pensando en la gastronomía, “afición a comer regaladamente”, la crema de langosta, de cangrejo o la que sea, siempre por la gorra. La diferencia es que los falleros nos pagamos nuestros arroces y no invitamos a los “jetas” de cartera depresiva. 
Y para rematar en cuanto al papel crítico de las Fallas, “un montón de chistes malos y tópicos sobre la actualidad, extractados de los bares, la televisión y la cultura populachera”.
Este hombre no pertenece a la ONCE seguramente porque no invitan a comer, porque si emigra y no ve las Fallas será que escribe de oído. Mismo periódico, misma fecha, página dos, “Editorial” que no firma nadie.
En relación con la proximidad de la declaración de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la fiesta fallera, abunda en la opinión de celebrar un Congreso Fallero que “fije las líneas de futuro pero no de asuntos menores, como se pedía recientemente, sino sobre las cosas que han hecho grandes a las Fallas”.
Si los tres últimos congresos lo único que hicieron fue deteriorar el Reglamento, por el egocentrismo de algunos  congresistas, negros nubarrones me sobresaltan cada vez que escucho algo sobre cónclaves.
Llevamos treinta años sin ponernos de acuerdo para reorganizar los desfiles de la ofrenda, prefiriendo desplazarse a las tres de la tarde, cargados con niños, carritos, estandartes, ramos de flores y bandas de música, antes que hacerlo por una tercera vía mejorando el horario o el día 18 por la mañana. ¿Alguien encuentra explicación?