manoloOkEmilio Polo se nos fue el pasado mes y nos dejó solitos ante el peligro de las Fallas, el de los dimes y diretes de una fiesta que se nos lleva todo, hasta las ganas de tener fiesta.
¿Saben una cosa? Emilio, nuestro “Emiliet”, era gente fetén. Era una persona extraordinaria, una de esas que nos deja huella, una impronta única y definitoria. Decía Machado aquello de “nunca perseguí la gloria, ni dejar en la memoria de los hombres mi canción”. Y podríamos decir que Emilio falló en eso, porque ha conseguido la gloria y ha dejado en la memoria de la fiesta su nombre, su cariño y su legado. Y canciones, todas las que nos brindó con su guitarra. Y sonrisas, las que nos arrancó y las que nos regaló. 
Él logró dejar impronta en su cometido, en su día a día, en su profesión, en la prensa fallera, abriendo el camino junto a ese maravilloso grupo de veteranos para que la información fallera fuera lo que ha sido y es, importante durante todo el año. Dio valor y prestigió algo que siempre fue el “patito feo” de los medios de comunicación valencianos.
Emilio era el paradigma de la gente fetén. Y es que en la fiesta de las Fallas, como en todos los ámbitos de la vida, hay gente fetén y gente ful. Gente que merece la pena y gente tóxica que desmerece cualquier atisbo de comprensión. Gente que mola y gente chunga.
Descarte el lector cualquier interpretación ligera del asunto. No me refiero con gente ful a berrinches de preselección, ni puñaladitas dadas con la hoja envenenada de la “germanor”, ni discusiones sobre temas de gran calado como, verbigracia, los jurados de falla, ni similares. Todos esos supuestos entran dentro de la naturaleza fallera, y evidentemente no son plato de buen gusto, pero quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y si alguien la tira, que me lo diga que se la devuelvo. 
La gente fetén es aquella que cala hondo en el colectivo, que curra como un descosido, que lleva galones pero no los hace valer hasta que toca, y que cuando toca sabe cómo hacerlo. Son los que llegan a la gente. Los que quieren a las Fallas de forma sincera, porque necesitan a la fiesta como el comer o el dormir. Los que no van de “postureo”, ni como la “farsa monea”, ni son presa del esnobismo ni se dejan llevar por cantos de sirena, esos que desafinan en la práctica como un gato en el tejado.
La gente fetén es la que forma parte orgánica de la fiesta fallera. Y es esa gente fetén la que hará posible que seamos Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Porque son ellos los que tiran del carro de la fiesta. Porque son ellos los que la mantienen arriba. Son ellos los que hacen que las Fallas estén “on fire”.
No quiero gente ful en mi fiesta. Sólo quiero gente fetén. Gente que quiera a las Fallas, que las haga avanzar, que hable de ellas con auténtica pasión. Gente que, aunque pegue a mano abierta en las mesas, se enfade y discuta, batalle y raje, lo haga porque las Fallas le arden en las venas. Gente que mole y que haga que las Fallas sean lo maravillosas que han de ser.
Quiero que las Fallas tengan siempre gente fetén, como Emilio, inolvidables. Habrá también gente ful, pero lo mejor de todo es que, como pasa con las tormentas de barro, lo que dejan de poso se aclara con un poquito de agua. Y adiós muy buenas.