Acabadas las Fallas 2021 (porque Fallas fueron y no solamente actos falleros) es necesario analizar y sacar conclusiones. Y la ineludible obligación de hacerlo me lleva a abrir ciertos melones temáticos que puede que a algunos no les gusten y otros, por extensión, crean innecesarios. No es mi caso y por ello los abro. Quien no quiera melón que tome otra cosa.
Las Fallas de la pandemia, el cierre de ciclo más esperado de la historia de la fiesta, nos han traído, además de alegría y esperanza, cosa que ya era necesaria para alimentar nuestra resquebrajada alma a causa de la covid-19, muchas reflexiones alrededor de la propia idiosincrasia festiva fallera.
La configuración de un programa de festejos de circunstancias se reveló finalmente como unas Fallas fenomenales, más que dignas, plácidas y que recuperaban, de alguna forma, la vieja esencia fallera que tanto nos gusta a muchos (¿a quién no le podría gustar?). Unas slow falles que han sido bálsamo para nuestros maltrechos corazones y que han renovado en nuestro interior el ímpetu y las ansias de superación de cara a las Fallas 2022. Ahora bien, hablemos de melones.
Abriré uno bien hermoso. ¿Qué cambios deberían quedarse? Es que mucho de lo acontecido, llevado a la práctica, me pareció fantástico. Un ejemplo: la ofrenda por la mañana. Que yo la hice, no me la tiene que contar nadie, y las sensaciones fueron óptimas. Solamente veo ventajas, ya que descongestiona el festejo, se aprovecha más el día de Fallas que queda por delante y la luz, esa maravillosa luz que tiene nuestra ciudad, te acompaña en el trayecto hasta la ‘Mareta’. El calor sudoroso de septiembre lo desdeño, como lo hago con el mismo septiembre, claro. Unas Fallas en verano están bien una vez en la vida. Pero mi conclusión rima con Santo Tomás.
Otro melón: el recorrido. Oiga, pues ni tan mal. Los nuevos trayectos de la ofrenda pensados por circunstancias urbanísticas no son mala cosa, no señor. A mi las calles del Mar y Avellanas siempre me han gustado, y a sacar pegas siempre estamos dispuestos. Yo se las podría sacar incluso a la ofrenda por la calle de la Paz y las masificaciones. Porque para el que suscribe las sufridas aglomeraciones falleriles normalmente le son tan agradables como una patada en el trasero.
Eso sí, para las personas encargadas de trazar la hoja de ruta vaya una recomendación. El itinerario tiene visos, de momento, de quedarse hasta que acaben la faraónica plaza de la Reina, por lo que recomiendo para marzo que se decore el trayecto e ilumine con arcos de luz. Que una cosa es la mañana y otra la tarde-noche.
Melón dulce. Qué gusto recuperar las mañanas y las tardes, esos días de Fallas que todos vivíamos hace años y que la movida nocturna había desterrado poco a poco de la agenda. Es la quimera que soñamos muchos, volver a lo básico para evolucionar, para ser mejores y disfrutar más de nuestro sentir fallero. Una despertà, un almuerzo, un pasacalle, un evento matutino, convivencia, dinarots, ver fallas. Ver fallas. Visitarlas y disfrutarlas. La esencia de la fiesta.
Poner en valor la falla como centro de la fiesta es otro de los objetivos que debemos afrontar. La saturación festiva deja a las fallas de lado hasta los premios y después de ellos. Y hablando de premios podríamos ahora incluso hablar del jurado, pero no voy a amargarles este momento de reencuentro.
Va ahora un melón que puede parecer pepino a más de uno, pero a mí se me antoja dolcet: los horarios de la Cremà. La prueba me ha parecido interesante, sobre todo en el caso de las fallas infantiles. Esperar hasta las 22 horas para la Cremà que disfrutan los más pequeños siempre se me ha antojado poco adecuada, y después de probar a las 20 horas compro totalmente. Pero es que la de los mayores también. Las 22 horas me parece una hora más que razonable para quemar, más que nada por aquello de que cuando arde la falla en todas las comisiones se produce la rápida ‘escampà’ del personal y para recoger se quedan cuatro, y eso con suerte. Más allá de problemas de intendencia, el horario me parece fenomenal, y como leía en redes sociales a alguien, así quemaríamos el 19 de marzo y no el 20.
Ya tendremos tiempo de hablar de la descentralización de la pólvora, nuevas estructuras de la recogida de premios y de los jurados. Sí, también de los jurados. Pero me quedo con lo mejor de todo esto. Que estamos hablando animadamente de fallas, que volvemos a discutir, que volvemos a bregar, que volvemos a todo, aunque no nos fuimos para nada. Pero hemos vuelto, al fin y al cabo.