Lo cierto es que nunca nadie podrá negar a los valencianos su ímpetu de ir hacia adelante, sus ganas de trabajar, su solidaridad y su pasión por las Fallas. Tampoco se les podrá negar ese afán de superación ante la adversidad, transformando la tragedia en comedia y, sobre todo, buscando la sátira a todo aquello que se le pone delante, incluyéndose a ellos mismos.
Prueba evidente de lo que estoy diciendo es que este año, un ejercicio en el que todo el mundo temía por la continuidad de algunas comisiones, por el bajón en la calidad y tamaño de monumentos o por la desaparición de muchas actividades, que al fin y al cabo cuestan dinero, visto lo visto, cualquiera diría que la crisis ha pasado de largo por las Fallas.
Estamos a pocos días de sacar los monumentos a la calle, estamos a punto de que se monten las carpas, estamos a punto de cabalgatas, mascletaes, castillos, etc. Pues bien, ya me irán diciendo ustedes si tengo razón en que esa crisis que tanto nos asustaba ha hecho un paréntesis y ha pasado de puntillas por el colectivo fallero.
¿Qué cómo se come esto? Pues muy fácil si leemos la primera parte de este escrito, todos aquellos que no estén integrados en el colectivo fallero empezaran a entender su porqué, y todos aquellos que están integrados dirán, “eso ya lo sabíamos nosotros”.
El esfuerzo realizado este año por parte de los falleros es digno de mención y reconocimiento general, como también el que se ha hecho por parte de los artistas falleros al ver mermados sus presupuestos y ofrecer obras que nada tienen que envidiar a la de los años de prosperidad. Unos y otros, de la mano, están consiguiendo que aquellos escépticos, aquellos que sólo ven al festero que busca la juerga, se den cuenta del esfuerzo que se está haciendo, tanto económico como de apoyo altruista. Así son los falleros.
Claro que es su fiesta, nuestra fiesta, pero también la del resto de valencianos, los que aceptan sin pensar los beneficios que genera la fiesta en las arcas municipales y de los que, con todo el derecho, son beneficiarios. Lo que no podemos entender es la intolerancia al desarrollo de todo aquello que desde el día 9 de marzo, y hasta el 19, se despliega por la ciudad. Son tan sólo diez días de agobios y molestias, como cualquier otra ciudad en sus fiestas patronales.
Nuestra ciudad se multiplica por dos en esos días y ello supone ingresos importantes que redundan en la mejora de servicios de nuestra ciudad; servicios que no se rechazan por parte de los intolerantes con la fiesta. Por ello, sería necesario un poco más de permisibilidad y tolerancia, porque, entre otras cosas, estamos haciendo una de las fiestas más grandes del mundo.
Este año, la competencia en el monumento va a ser tremenda, existe una igualdad en presupuestos, exceptuando dos o tres, lo que va a permitir que las bazas a jugar pasen por las buenas ideas, el acabado, la predisposición del artista y el sentido de la crítica del mismo. Los volúmenes quizás bajen un poco, pero dado que el corcho es muy sufrido, preveo que no se va a notar mucho.
En cuanto a perspectivas, la verdad es que hay muchas y con razones suficientes. Todos apostaron fuerte y eso permite que las espadas estén en alto, y quien más quien menos esté pendiente del vecino para saber si hay o no posibilidades del primer al tercer “palito”.
¿Y la sección primera? Pues está que arde. Si en años anteriores ha estado más o menos clara la pomada, en éste va a haber de todo. Nadie se fía de nadie, porque se masca la tragedia después de la apuesta que determinadas comisiones están haciendo con la sana complicidad de sus artistas falleros. No se pierdan nada de esta sección, verán cosas pero que muy interesantes.
Y si siguen buscando opciones, pues lo tienen muy favorable porque, en líneas generales, vamos a poder contemplar este año excelentes monumentos. Que los disfruten. ¡Felices Fallas!