Carro vacío

manoloOk1Nunca una palabra fue tan usada, jaleada y encumbrada a la gloria como ‘Patrimoni’. “Som Patrimoni” coreábamos impenitentemente hace dos años, en una febril demostración de orgullo fallero sin parangón, gracias a que la UNESCO decía que éramos merecedores de la posteridad nobiliaria que deja el título de Patrimonio de la Humanidad. Palabras grandes para una fiesta bigger than life como la nuestra. Y salimos a la calle, plantamos una falla, hicimos una Crida y nos mirábamos con orgullo diciéndonos lo magníficos que somos, y que claro, con el potencial cultural y humano de esta fiesta nuestra era de cajón tener bajo el brazo este título.

Más allá del vehículo de promoción política que supuso para el actual gobierno de la fiesta, el cual quiso casi abducir como propio algo que ya venía de lejos, y más allá de la utilización que del ‘Patrimoni’ se ha querido ejercer desde el minuto cero, el título no deja de ser un reconocimiento mundial que sabe bien. Lástima que lleve su poquito de cicuta.

El año pasado se celebraba el Año I DP (después del ‘Patrimoni’) en la Ciudad del Artista Fallero, ese enjambre de naves industriales en las que se desarrollan diferentes actividades, e incluso se hacen fallas. La luz se apaga, pero eso sí, las calles de la Ciudad Fallera dejan tótems explicativos de lo que fue y recayente a la ronda un mural comienza a ver cómo su pintura se estropea. ¿Testimonios quizá de una futura ciudad fantasma?

Una nota al pie. Como era previsible, y con las elecciones en el horizonte, los resortes políticos se van moviendo para actuar y establecer ese plan que salve a la Ciudad Fallera. Ay, señor, qué previsible es todo.

Los fastos para el Año II DP se iban ahora al barrio del Carmen, donde los que mandan a día de hoy decidían que se circunscribieran los festejos. Una fiesta casi a petit comité organizada por el Ayuntamiento que remitía a las Fallas de otros tiempos. Ya, pero es que a mi lo que me preocupan son las de ahora, las Fallas del año 2019, las de las continuas polémicas, las del descrédito, las que se han vendido por tres pesetas en loor de la política, las que se han manipulado una y otra vez, las incomprendidas, las que están peor que hace dos y tres días, las que siguen siendo carne de cañón en reuniones, las que hacen de la ciudad, según ciertas asociaciones y entidades, un lugar más feo en Fallas. Las Fallas no tienen nada que celebrar. Y no lo tienen porque serán ‘Patrimoni’, pero no lo son en su ciudad de nacimiento, en su casa, en su hogar. Allí son el último mono.

Vivimos una época en las que las Fallas siempre están en el punto de mira, y cualquier ofendido basta para apretar el gatillo y tirarnos la soga al cuello. Las Fallas son de todo, todo lo malo que se imaginen, y no son nada, nada bueno para muchos. El linchamiento social llega a extremos que pocas veces habíamos visto. Pero somos ‘Patrimoni’.

¿Saben que les digo? Que lo del ‘Patrimoni’ me va dando bastante igual. Las comisiones y los falleros, que somos los que hacemos esta bendita fiesta, les pese a los políticos o no, no pasamos por el mejor de los momentos. Y se empeñan en no darnos cuartel. Las soluciones no llegan, sólo los problemas y las consignas ideológicas. Y al final me van a hacer pensar que las fallas son ‘Patrimoni’, pero de cuatro; uno de ellos, la política.

julio2011Parecía que nunca llegaría, pero ya está aquí. Por fin llegó 2019. Feliz año a todos los falleros y seres humanos de bien, más allá de su sexo.

Acabamos el año falleramente hablando como se inició, con un nuevo enfrentamiento entre el bien y el mal, entre el camino de baldosas amarillas y el vacío más absoluto, como el de la propia Asamblea. De hecho, el presidente y su junta directiva han conseguido un desapego tal, que ya apenas 100 fallas acudieron a la que antes era una de las citas más concurridas del año, copita aparte. Y todo ello, porque el colectivo fallero está harto, no se deja liberar del yugo opresor, iluminar, ungir por la luz de la buena nueva del nuevo mesías.

Los falleros, a pesar de ser principalmente de centro izquierda según la famosa encuesta municipal, siguen en su locura conservadora, arcaica y miserable, pensando que a las personas hay que valorarlas por sus conocimientos, no por su sexo. Siguen prefiriendo que las mujeres vistan como quieran, se maquillen o depilen si así lo desean, o no, sin necesidad de talleres a puerta cerrada de empoderamiento al dictado.

Así lo evidenciaron en la última asamblea del año, donde el que dice ser presidente de JCF y su directiva pusieron nuevamente al colectivo fallero a los pies de los caballos. Volvieron a situarlos en el epicentro del machismo por no querer comulgar con el icono del ‘machirulo’ mayor del reino.

En un extraño caso de democracia al servicio del pensamiento único, el suyo, al concejal y su directiva les gusta volver a llevar temas a votación mientras no se los aprueben. Con esta reiteración de llamada al voto, y a sabiendas de que no se ganaría, ¡12 votos! todo parece indicar que el concejal, con la complicidad de su directiva, lograría vencer en su verdadero propósito, el de humillar al colectivo, el del titular fácil para sus votantes que no estaban precisamente tras las puertas del ágora fallera. De eso parece que se trata todo, de ganar puntos ante sus correligionarios, de campaña barata en prensa y redes sociales.

Nadie puede olvidar que el concejal domina las redes, pasando posiblemente más tiempo en el ciberespacio que en el mundo real. Si echamos la vista atrás podremos recordar el cariño que recibía cada vez que suspiraba, bostezaba, o se rascaba el lóbulo de la oreja. Esa situación cambió, y ahora le toca nuevamente los huevos al capitalismo, como así nos mostró en su visita a la gran manzana, pero con dulzura, comprando aquel cariño a base engrosar la fortuna del sr. Zuckerberg. Que feo suena eso de comprar cariño, tanto o más que comprar sexo, pero para este ejercicio de prostitución cibernética no hay campañas de concienciación, ni solidaridad con las víctimas de la explotación binaria.

Y todo por un dudoso problema de números y porcentajes; curiosamente un campo, el de los números, que viendo los que de JCF nos permite la falta de transparencia, no parece ser su fuerte, y mucho menos los porcentajes paritarios, su elección de personal de confianza o vocales de libre designación, así lo evidencian. Por tanto, sólo queda pensar, ojalá me equivocara, en la búsqueda del rédito político, en la explotación de la figura de la mujer para el beneficio propio. En la bandera de la demagogia morada como arma de campaña. Para eso les sirven las Fallas a los políticos. Pero el tiempo corre, en apenas unos meses, tras algún paseo por la Ciudad de la Justicia, tenemos cita con las urnas.

Tictac, tictac, tictac…