Carro vacío

Punxes okEl verí del teatre

Respectem les formes i les convencions del nostre art. Anem-hi, doncs, a seure.

Te sentarás siempre y cuando tengas amigos, conocidos, influencias y ascendientes que hagan posible tu asistencia a los diferentes actos organizados por la oficialidad. ¿Por qué se da por normal que no haya suficientes entradas para aquellos que son los protagonistas del evento y se tengan que mendigar favores para poder cubrir, al mínimo, esas necesidades? ¿Por qué se sigue asumiendo que hay que tirar mano de las amistades para conseguir ese extra de entradas, para luego vanagloriarnos de haberlas conseguido “bajo mano”? ¿Por qué hemos de convertir todo este trámite en una cuestión mafiosa? ¡Válame Dios!

I ara, Gabriel, permeteu-me que deixe de parlar.

¿Silencio? ¿Hemos de callar aquello que no nos gusta? Si es así ¿para qué demonios seguimos plantando fallas? ¿Silencio y palmaditas en la espalda? ¡Cuan hipócrita sois!

Acaba d'alçar-se el teló. Sona una música molt dolça de violins invisibles.

Y nada funciona como debe de ser. Y una vez más el despreció más absoluto hacia el Teatre Faller, hacia todo aquello que despida el tufillo de fallero. Por más que se cambie de emplazamiento, por más promesas que hagan, por más crédulos que seamos, sigue la desconsideración hacia el Teatre Faller en general y con el infantil en particular. “Eso no puede ser”, “Esto no funciona”, “¡Ah, no! Nos han dicho que ha de ser igual para todas las fallas”, “¿Aforado? Pero si son niños. Los escondemos detrás de la cortina y les ponemos una flecha en el suelo para que sepan por donde han de salir, jajaja” ¡Vive Dios que ya es bajeza sufrirlo!

L'escenari llueix amb la llum de centenars de canelobres, i l'actor principal, vestit de cerimònia, es prepara per fer-hi una entrada dramàtica... Ah, quin moment més sublim, aquesta espera...

Y da inicio la Gala de la Cultura Fallera y es un desastre. ¿Premios a los audiovisuales, sin audiovisuales? Kafkiano. Y entre risitas, carcajadas, bromas discurre el acto gracias a la ‘profesionalidad’ de quien lo conduce. Y de nuevo a alguno se nos cae la cara de vergüenza por la imagen tercermundista que damos. Y mientras nadie dice ¡basta ya! ¡Cielos, qué horror!

Quina ansietat tan gran pot concentrar-se en aquests pocs segons que precedeixen el primer parlament...

I el primer agraïment… i el segon… i el tercer… i… i… i… foren en castellà! Sí, en la Gala del Concurs de teatre… en VALENCIÀ!

Reviscola, tio Canya, amb gaiato si et fa falta que a València has de tornar.

Però callem... Els espectadors hem de romandre quiets en els seients...

Y volvemos a olvidarnos de l@s niñ@s dejándolos en minoría en el patio de butacas para ofrecerles teatro de adultos que atiplan la voz para parecer niñ@s mientras representan un montón de tópicos infantiles. Alguien debería recordar que el Teatre Faller Infantil lo hacen niñ@s y esa es su grandeza, que lo convierte en un hecho incomparable muy difícil de encontrar allende las fallas. ¡Pardiez!

Respectem tots els ritus. Callem. Hem de guardar silenci.

Respetemos los ritos, sí, y no les quitemos el protagonismo a l@s nin@s que se quedaron con sus agradecimientos escritos en los bolsillos en la última Gala Infantil de la Cultura. Su paso por el escenario fue tan efímero, tan escaso, tan pobre, que dudo mucho que ningún@ de ell@s, premiad@s, guarde un gran recuerdo del mismo. Una fotografía nunca puede valer lo que una palabra: Gracias. ¡Acaba, vive Dios!, que me impacienta.

Aquesta nit és una nit d'estrena, i la funció va a començar... ara mateix.

Y eso será cuando exista una voluntad política real, no ficticia, no de campaña, que asuma que las fallas son cultura y hacen cultura y necesitan de los medios necesarios para dignificar su aportación a la sociedad. Cuando alguien o algunos se rebelen definitivamente y se nieguen a continuar programando y haciendo teatro en estas condiciones. Cuando alguien diga: ¡No, así no!, y se acabe, de una vez por todas, con esta ‘complacencia’ hacia el menosprecio atávico, treinta y nueve años ya, al TEATRE FALLER… con mayúsculas y dignidad. Por una sede propia y permanente para el Teatre Faller.  ¡Voto a bríos!

Teló.

Julio okSolemne, del latín ‘sollemnis’. Adjetivo compuesto y derivado del también adjetivo ‘sollus’ (entero) y la raíz, aunque discutida, de la palabra ‘annus’ (año), cuyo significado en origen sería aquello que se celebra o consagra una vez al año y por un año entero.

Según la RAE, ‘solemne’ lo define como “aquello que se realiza con suntuosidad, pompa o un gran formalismo”.

Un término recurrente en el colectivo fallero, que acompaña históricamente a la palabra ‘exaltar’, también del latín exaltare, y cuyo significado primigenio es “elevar a alguien”.

Con esta obviedad, más propia del ‘profeta’ Pedro Grullo, llegamos, como ya imaginarán al concepto de ‘Solemne Exaltación’, dado que visto el espectáculo que acompañó la exaltación de la Fallera Mayor de Valencia 2022, igual tiene poco de perogrullada recordar la definición de ambos términos.

Personalmente no conozco comisión fallera alguna, sea de humilde presupuesto o alta alcurnia que, llegado el momento, no busque dotar de solemnidad la exaltación de sus falleras mayores. No hablo de gastos suntuosos, no me refiero a tener que lucir esmoquin o frac, ni tan siquiera corbata. Expongo lo que a mi entender es el ingrediente principal de la ‘Solemne Exaltación’, en este caso, de una Fallera Mayor de Valencia, desde que llega al consistorio, hasta que sale de la Basílica, incluyendo por tanto el citado espectáculo.

Solemne, o así entiendo, debe ser el acto que, de inicio a fin, consagra en el cargo a la máxima representante del colectivo fallero. Una adjetivación olvidada, que ya no figura ni en los programas. Que nadie se haga elucubraciones, esto no es decisión de la actual directiva. Hace más de veinte años que el adjetivo fue eliminado de los programas sin que nadie dijese nada. Imagino que por la misma regla de tres que se suprimió el nombre acordado en Asamblea del primer premio de Cabalgata, o se modificó el nombre propio de la máxima recompensa de JCF, y sin Congreso alguno.

No busquen en estas líneas razones políticas; de hecho, a mí no me importa si el alcalde la tiene pequeña, la canastilla de flores digo. Para eso ya tenemos ‘doctores’ que quizás con algún complejo oculto gustan de hablar de la envergadura sin saber primeramente el valor o calidad de la ofrenda. Es más, agradezco la mengua del tamaño. Fíjense como aguantan la respiración cuando estas se inclinan con la misma elegancia que lo hacen sus portadores al llegar frente a la agasajada. Medio centenar de canastillas, entre ambas exaltaciones, y que, para más sinsentido, acaban agazapadas tras los sitiales.

No juzgo tampoco el trabajo de la empresa contratada para el espectáculo, a buen seguro cumplieron con el encargo desde la profesionalidad contrastada que atesoran.

Profesionalidad que, por cierto, sí quedó a mí entender en entredicho con los integrantes de la Banda Municipal, cuyas razones, de tenerlas, se perdieron cuando decidieron solapar con marcha fúnebres el sonar de tabal i dolçaina a la entrada de las protagonistas al Palacio de Congresos, e incluso en el desfile interior de la Fallera Mayor y su comitiva, algo que en una empresa privada podría considerarse como falta grave o muy grave.

Hablo y me reitero en ello, de la olvidada solemnidad. De un espectáculo impropio de aquello que la pompa del acto a mi entender merece, previo al arranque de la Exaltación, que esa es otra, ahora la Exaltación de la Fallera Mayor ‘arranca’.

Eso sí, en una cosa tengo que dar la razón a Junta Central Fallera: “el colectivo fallero se vio sorprendido con el espectáculo de la primera parte del acto de la exaltación de la Fallera Mayor”. Así rezaba el comunicado de organismo fallero, aunque quizás ‘sorprendidos’ sea poco. No sé si alguien tendrá la dignidad de asumir la culpa, se exigirán responsabilidades, o quizás se solicite invertir otros 14.000 euros de los presupuestados, en una coordinación de la coordinación de eventos.        

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