Carro vacío

BraulioA escasos dos meses de ver plantadas las fallas en nuestras calles y plazas, se han continuado realizando todos aquellos actos propios que el colectivo prevé para culminar su ejercicio. Proclamaciones, galas, exaltaciones, plenos y asambleas, eventos todos ellos que vivimos intensamente y que ponen de relieve aciertos y fallos que deberían corregirse cuanto antes.

¿Demasiada marcha? Eso parece desprenderse de lo que está ocurriendo este año con la gran cantidad de actos que presiden nuestras Falleras Mayores de Valencia y sus respectivas cortes. Cuando el cansancio se apodera de la salud de las protagonistas, quizás habría que empezar a pensar en soluciones más concretas para evitarlo. Somos conscientes de que todas las comisiones gustan de contar con la presencia de las máximas representantes de la fiesta, pero también habría que valorar el desgaste impresionante, algo que está ocurriendo durante lo que llevamos de ejercicio. Para colmo, la llegada de ese otro ‘per primera vegada’, que va alargar el intercambio de fotos al incluir a los presidentes infantiles.

Esto ya es ‘ir pa ná’… Me estoy refiriendo concretamente a la Asamblea de Presidentes, donde, según mi criterio y el de mucha más gente, la mayoría de las veces se va para nada o directamente no se asiste, como ocurrió en la penúltima semana de enero en la que no se llegó ni al centenar de presidentes presentes.

Entre las decisiones que se manejan desde arriba, las del secretario general, las propuestas tan lights que se llevan a las reuniones o la falta de oposición y contrapropuestas, la cosa va sobre ruedas. 

Bandas y estandartes. Después de lo vivido con los trajes de las cortes, la verdad es que no entendemos la nueva decisión de los responsables de la Junta para otorgar el trabajo sobre bandas y estandartes. Sin menosprecio a la empresa que se ha hecho con el contrato bajando un 3% en el precio final, y amparándonos en lo vivido con la indumentaria, no podemos entender cómo, sin que se haya hecho un estudio previo de viabilidad de dicha empresa, se haya tomado semejante decisión. Ya sé que es legal y todo lo que implica, pero el trabajo a realizar es grande y muy dificultoso, y se deberían haber asegurado un poco más. Ojalá que todo salga adelante y sin problemas.

Galas de la Cultura. Por mucho que se intente, ambas galas resultan largas desde hace tiempo, algo que habría que estudiar para encontrar la fórmula de acortar la duración. Largas, a pesar del buen hacer de la organización, los intervinientes, y en especial de ese gran cuadro de actores de la Compañía Estable de Teatre de Junta Central Fallera, que realiza una gran labor y que tan poco se le promociona desde el ente durante el año.

Imágenes que sí que necesitan mil palabras. Y es que lo mires por donde lo mires, hay imágenes que no te dicen absolutamente nada. Esto es lo que me ocurre con las dos nuevas imágenes que, dicen, representan las Fallas de 2020.

Sin desmerecer la calidad del autor de las mismas, no soy capaz de encontrar esa ligazón con el objeto que se intenta representar. Día y noche, ¿pero de qué? Y lo mismo le está pasando a muchas personas que tratan de entenderlo. Quizás ando o andamos pocos puestos en la materia, pero no puedo llegar a entender cómo alguien ve en estos carteles la representación de la fiesta de las Fallas. Aceptando incluso aquello de que ‘para gustos, los colores’. De verdad que no lo veo.

ManoloMiren, les voy a ser sincero. En un momento de cambio, en el que los cimientos se reconfiguran y la fiesta, la de las Fallas, camina hacia su -lenta- adaptación a los tiempos, me siento plomizo y gris.

Las fallas no son queridas, no tanto como desearíamos. Casi podría hacer ya una antología poco poética de retazos donde lloro las tristezas falleras y me cisco en todos aquellos que nos maltratan, vilipendian, odian y nos hacen la vida un poco más imposible de lo que viene resultándonos a los de los casales, las carpas, las zonas de actividades y tal. Ya sabe: los del toro que mató a Manolete.

Cabizbajo paseo contemplando un futuro parduzco, pero hay luces que me deslumbran. Hay momentos, pequeños instantes, en los que miro con ilusión al futuro imaginando que, de repente, al ciudadano, al político, al hater de la fiesta se le abren los ojos y se viene a nuestro lado. Sí, lado, porque a veces hay que hacer rayas en el suelo para separar bandos, haberlos haylos. Y en este caso la línea en el suelo no la ha trazado precisamente el mundo de las Fallas.

No hablo en este particular de mi ilusión fallera. Esa no hay ogro, bruja o permiso rechazado para instalar la carpa que pueda amargármela. La ilusión de ser fallero y vivir la fiesta se nos puede recortar, intentar fastidiar, incluso intentar robar de mala manera, pero de ahí a que lo logren va un mundo. El fallero no se deja amedrentar, y ya llevamos unos años demostrándolo.

Quiero hablar del papel social de la fiesta. En este tránsito hacia otro estadio, otra forma de ser y vivir la fiesta, tenemos un activo en el seno de nuestras comisiones que nos hace ser de oro puro. Y es que hoy en día no encontramos comisión fallera que, en algún momento del ejercicio, no dedique un momento de su actividad a la solidaridad.

La labor social de las comisiones va desde la recaudación de fondos a los eventos de visibilización de determinadas enfermedades, situaciones problemáticas y emergencias sociales. Los falleros se arremangan y se ponen manos a la obra sin pensarlo, instalando mesas petitorias, haciendo actos solidarios y reuniendo dinero para la Cruz Roja, la Asociación Española de Lucha Contra el Cáncer, para luchar contra el Alzhéimer y contra tantas enfermedades que hacen mella en la sociedad actual. Y no solo eso, ayudar a darlas a conocer, como el trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, el Daño Cerebral Adquirido o el síndrome de Noonan. Por no hablar de la colaboración con entidades y fundaciones como Maides, Cáritas, la Casa Ronald McDonald, Juegaterapia, Payasospital, etc. Afortunadamente la lista es tan grande que no cabrían todas en este espacio.

Por eso titulaba como titulaba. Porque las fallas son la esperanza de la sociedad valenciana. En su afán por perpetuar la tradición de la fiesta del fuego, y financiar con su trabajo y su esfuerzo la fiesta que hace bullir por los cuatro costados la capital, además de su labor por el afianzamiento de la cultura autóctona, de tradiciones como la pelota valenciana, los bailes regionales, el teatro aficionado, nuestro género teatral fallero, el apropòsit, la poesía festiva en los llibrets de falla… Además de todo, ponemos un granito de arena en pro de la comunidad, de la integración, de la concienciación y la visibilidad de problemas y enfermedades que golpean a la sociedad. Pero luego somos únicamente los que cortamos las calles, ponemos carpas y hacemos ruidosas verbenas. A los que así lo piensen a pesar de todo lo dicho, un detallito de mi parte: váyanse a esparragar.

Vivan las Fallas. Así las quiero siempre yo. Eternas, culturales, sarcásticas, críticas y solidarias.

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