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El pasado año, la polémica en torno a la figura de las monjitas con el consolador dio mucho que hablar por las razones ya sobradamente conocidas, también, en años anteriores, alguna que otra figura se retiró de la exposición, como la de Jesucristo en el confesionario o la de la figura grotesca de la Alcaldesa de Valencia.
Ni que decir tiene que estamos en contra de todo lo que se aparte del respeto, la decencia y el buen gusto, pero también es cierto que las fallas son pura crítica y que en ellas no debe existir cortapisa alguna para coartar la creatividad de los artistas falleros. Ni la política, ni la religión, ni los problemas cotidianos de la sociedad en que vivimos se han librado de la sátira de los artistas, y consideramos que esto debe tener continuidad, aunque, por supuesto con las cosas muy claras, porque una cosa es la crítica y otra la ofensa o desprecio, de lo cual debemos protegernos. Y ahí es donde debemos incidir de una forma coherente, para lo cual, no podemos dejar en manos del criterio de una persona, que con toda la buena voluntad que pueda poner, no tiene ni potestad ni preparación para determinar semejantes conceptos, de ahí que se imponga la necesidad de una comisión formada por dos o tres personas que se encarguen de evaluar aquellas figuras que puedan resultar polémicas.
Todos somos conscientes de que siempre existirá la protesta de la parte afectada, pero una cosa es que una comisión encargada al efecto vea la improcedencia, con clara evidencia, y otra que sea una persona la que opine y determine lo improcedente sin más criterio que el suyo, por muy buena voluntad que pueda tener, cosa que nunca hemos dudado.
Así, pues, habrá que darse prisa en determinar el proceso a seguir o nos exponemos a vivir escenas similares a ejercicios anteriores, lo que dice muy poco a favor de la libertad y democracia en el colectivo.