Cuando tanto se repiten las tertulias, mesas redondas, foros y oráculos sobre la fiesta, llama la atención el que en ninguna de ellas se haga mención a los contenidos de las fallas atendiendo a lo que rezan sus carteles, en su mayoría faltos de rigor literario y en ocasiones excesivamente distendidos.No son precisamente dados a este tipo de escritura los guionistas -que bien lo cobran-, incluso los propios artistas y tampoco se les da la importancia que merecen desde la propia obra.
Si repasamos documentación sobre las fallas que se plantaban a principios del siglo pasado, encontramos que se explicaban con simples epigramas, pareados y frases cortas que luego en el llibret se definían más extensamente y sin el recargo de literatura de relleno que ahora se acostumbra.
Se trataba simplemente de facilitar al interesado la descripción de las escenas de la manera más directa y sobre todo de transmitir con ingenio los contenidos.
Para esto nadie como el maestro Salvador Debón Cortina, cuyas escenas se explicaban por sí solas sin epigramas, pareados ni cuartetas.
Por otra parte y sobre el escenario a pie de falla, surgen serias dudas de que haya mucha gente que los lea, sobre todo los foráneos que no entienden ni gota el valenciano.
Por poner un ejemplo, los jurados de la sección Especial este mismo ejercicio se detuvieron menos de quince minutos para visitar y calificar una falla con 22 carteles en las bases.
En cuanto al llibret, ya saben los falleros los precios que se están pagando por el relleno de unas páginas que luego -según los mismos autores- no lee casi nadie. Tampoco se detectan conexiones entre artistas y versadores.
Lo más curioso lo encontramos en fallas de escaso presupuesto, con tres o cuatro escenas y que editan unos llibrets a gran escala en cuanto a su extensa explicación y reconocida firma de su autor.
Eso sí, los hay que contratan asegurando un premio sin especificar categoría y cobran por adelantado, cuando algunas de ellas los artistas falleros todavía no las han empezado en el mes de diciembre. Lo de asegurar premio incluso públicamente, ‘manda huevos'.
Matices aparte, aún a sabiendas de que poco van a cambiar los esquemas por mucho que nos empeñemos, cabría apostar por el retorno a la versión simple de las escenas en las fallas con menos contenido poético ya que en su mayoría los jurados ni saben ni entienden, y de no ser así, puesto que se supone suma en el cómputo de las calificaciones que determinan la escala de premios, acentuar las exigencias en cuanto a métrica, rimas y estrofas.
Es evidente que con la evolución de los monumentos lo hayan hecho también las publicaciones y llibrets, que según el entender de un servidor fueron los primeros escarceos para implicar al comercio del barrio en anuncios y colaboraciones económicas, y que desde siempre, en numerosos casos supone un importante ingreso para las comisiones.
Según el cronista Vicente Boix, en la Valencia Foral, en la que dice fue el origen de las Fallas, la víspera de San José por la noche, "se quemaba una figura ridículamente vestida que representaba a Mahoma" y no necesitaba cartel alguno.
Aunque hoy nadie se atrevería a representar semejante ‘agravio' en una falla, no deja de ser un ejemplo de referencia y al propio tiempo instructivo de cuanto nos proponemos transmitir.























