PlantaAlameda

La Batalla de Flores tiene un encanto especial. Es un acto impregnado de historia y donde nuestros maestros carroceros ponen todo su buen hacer en la realización de unas carrozas para que sus dignas tripulantes luzcan en su máximo esplendor cuando el sonido del preceptivo aviso rompa el silencio en la abarrotada alameda.

La construcción de las carrozas tiene su momento estelar en la "nit de la punchà" un acto que culmina un trabajo de diseño que se verá reflejado horas después en la Alameda. Después de horas de intenso trabajo, las carrozas llegarán a su ubicación de salida, y en esta, se ultimarán los detalles finales.

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Este año pudimos asistir a uno de esos momentos que destilan falla aunque hablemos en pleno mes de julio. Cuando pasaban apenas unos minutos de las cuatro de la tarde, recordemos que la Batalla se inicia a las ocho, el equipo de taller de Enrique Burriel y Jordi Palanca, hacían su aparición en nuestra entrañable Alameda. La enorme cabeza del pulpo que culminaba la carroza "Marina" yacía en la bañera de un camión grúa junto a sus alargados tentáculos.
En tierra, y en la base de la carroza, el cuerpo del cefalópodo esperaba decapitado el ser coronado. En marcha el motor de la grúa, la cabeza octópodo se elevaría hacía las nueves, y como en una tradicional construcción fallera enlazar su "sacabuch" en el cuerpo del marino animal. Realizada la plantà del remate, llegaría el contrarremate, un saltarín delfín, para posteriormente enlazar cada una de sus floridos tentáculos.

Repasados los espacios en blanco producidos por el siempre delicado traslado, el equipo de Burriel y Palanca daban por concluida esta particular plantà, realizada en el soleado mes de julio, y en nuestra coqueta Alameda.