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Con tan sólo siete años Natalia Casanova Carratalá sería la mejor embajadora del patrimonio fallero en la República Popular China.

Con tan sólo siete años Natalia Casanova Carratalá sería la mejor embajadora del patrimonio fallero en la República Popular China.

Si se trata de lucir patrimonio no hay nada como el orgullo fallero para explicarle al mundo cuál es nuestra fiesta, nuestras virtudes y principalmente nuestra rica cultura.

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Este es el caso de la guapa protagonista de este artículo, quien con apenas siete años, mostraría su orgullo de fallera a casi 13.000 kilómetros del Cap i Casal.
Natalia, que es como así se llama, es la hija mayor de Belén y Roberto. Una niña nacida en el seno de una familia valenciana y fallera, de hecho con tan sólo con dos añitos ya disfrutó como la que más del reinado de su madre como Fallera Mayor de Lo Rat Penat en su 50 aniversario.
Esto sería en el ejercicio 2012/2013, y un par de años después, el destino o las circunstancias laborales de sus padres, le depararon un cambio importante en su vida, llevando a la familia Casanova-Carratalá a exactamente 12.920,80 kilómetros de Valencia, a la ciudad de Shénzhen, en el sur de la República Popular China.

Hace apenas 30 años Shénzhen era una humilde ciudad de pescadores a las orillas de una bahía del Mar de la China que lleva actualmente su nombre, mientras que hoy en día es una prolífica ciudad cosmopolita con cerca de 10 millones de habitantes que alcanza los 15 a diario, considerada como el Silicon Valley de Asia. Con Valencia apenas tiene semejanza alguna, más allá de los motivos de su propio nombre que se traduce como “zanjas profundas” debido a que en la orografía generada por los ríos que la atraviesan, se asientan unos prolíferos arrozales con los que desgraciadamente para ellos, pocas paellas cocinan.

Para compensar esta deficiencia, transitoria a buen seguro, tenemos en el antiguo condado de Xinan a esta familia de valencianos que no dudaron un instante en inscribir a su hija en unas jornadas sobre tradición internacional celebradas en diversas escuelas internacionales de China. Evidentemente no habría discusión, y Natalia sería seleccionada para representar a España.

Belén, la madre de Natalia, confiesa entre líneas que tenía algo de miedo a que sus hijas perdieran el arraigo a su tierra, la pequeña viajaría a China con apenas cuatro meses, mientras que la mayor tenía poco más de cuatro años “la distancia provoca que sientas más el arraigo a tus costumbres y tus gentes, y esos 13.000 kilómetros no deben ser escusa para olvidar las raíces”.
En las pasadas fallas Belén reconoce que no sabía si se querrían vestirse de valencianas, o si tendrían miedo a los petardos, pero sería todo lo contrario, de hecho Natalia ensaya hasta los play backs por vídeo para poder actuar con sus amigas de la falla.
De vuelta a Shénzhen esta familia “de soca i arrel” aprovecharía la oportunidad de seguir no sólo educando a sus hijas en los valores de nuestra tierra, sino evidenciando su orgullo como falleros.
La oportunidad que se les presentó iría mucho más allá de lo anecdótico de una pequeña explicación en el colegio, ya que durante más de una semana, los representantes de los países seleccionados pudieron mostrar su cultura y tradición.

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Entre trajes de Jalisco mexicanos, aires venezolanos o argentinos entre otros, nuestra Natalia recordaría orgullosa como las fallas habían sido declarada por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Contaría a sus compañeros las maravillas de nuestra fiesta, y a los sones de "Pérez Barceló", "Valéncia", o "L'entrà de la murta" desfilaría orgullosa por una pasarela vestida de valenciana.

Todo un mérito que saben bien quienes se desplazan y desfilan con nuestras mejores galas, ya que hasta el país asiático volaría también el celeste traje del siglo XVIII confeccionado por L'Agulla d'Or para Natalia, caracterizado por un jubón envarado y falda con vuelo de tres caídas con manteletas en seda blanca bordadas en cadeneta y lentejuela en plata.
Todo un lujo que haría las delicias de los presentes, siendo lógicamente el foco de atención entre sus compañeros así como sus familias, quienes no pararon de fotografiar a Natalia que luciría orgullosa un pedacito de la Valencia Fallera.

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