braulio01Como decía en la noticia publicada en el Facebook de Actualidad Fallera la mañana que Emilio Polo abandonaba este mundo, ése fue un día especialmente triste para mí, porque se me fue mi gran amigo, mi hermano, mi compañero del alma. Se fue Emilio Polo.
Nadie puede negar que nos ha dejado un grande del periodismo fallero, una persona inimitable, un “crac”, como titulaba él en aquella serie de reportajes en Actualidad Fallera. Emilio ha sido, es y será una gran persona, un amigo, un compañero difícil de sustituir, un hombre de mundo al que la vida siempre le ha sonreído, un hombre que siempre ha practicado su profesión preferida y en la que ha sabido combinar la constancia, la seriedad, y la verdad. Pocas veces hemos podido reprocharle una falsedad en sus escritos, ni un ataque personalizado a nadie. Siempre fue un defensor a ultranza de su falla de la Plaza del Pilar y de todo aquello que oliera a falla, pero sobre todo de la verdad y siempre en contra de los que llegaban a la fiesta para figurar. 
Desde hace más de 30 años Emilio ha sido mi compañero de trabajo, mi amigo, mi protector, el confidente y el apoyo. Siempre se nos ha visto juntos, en el trabajo y en el asueto, pero ha sido, sobre todo, mi apoyo en los momentos difíciles. Él ha sido el hermano que nunca tuve, el que siempre te aconsejaba lo mejor, el que te arropaba en cualquier circunstancia. Él compartió mis años de dolor y más tarde, tras la recuperación, las continuas salidas nocturnas que conlleva el asistir a los diferentes eventos falleros, cenas incluidas, y que siempre acaban con la penúltima copa en el pub de siempre.
Y es que Emilio era así, sus amigos siempre han primado, porque también era el animador de tantos momentos, el que todo el mundo conocía por su presencia en todos los saraos y sobre todo por su voz a través de las ondas de diferentes radios por las que ha pasado, pero en especial por su querida Onda Cero. Su inagotable humor, su amor por las Fallas y su predisposición a la “jarana” han propiciado que su lista de amigos sea interminable.
Agradezco a la providencia que me concediera el haber compartido las últimas horas con él en el hospital, que pudiera, a lo largo de más de hora y media, reconfortar su convencimiento de haber llegado a la meta, pero también de recordar nuestros buenos momentos, que han sido muchos. No quería hablar de penas, nada de eso; sólo quería, como siempre, hablar de cosas positivas, de alegrías y de planes.
Él nunca fue un hombre de proyectos, le gustaba lo que hacía y difícilmente le podías involucrar en alguno que no fuera contar con él para el trabajo. La vida tranquila le era suficiente, no buscaba glorias ni dinero. Su felicidad era vivir tranquilo, sin desasosiegos.
Y de esta guisa se ha marchado, tranquilo, sin sufrir, porque lo que le esperaba era terrible, y una vez más la suerte y Dios le han tenido en cuenta.
Descansa en paz, querido hermano.