manoloOkEl concepto de la responsabilidad pesa mucho. Está claro que, al igual que la alegría, todo va por barrios, y hay quien asume que la responsabilidad es una circunstancia, y los hay que saben que la responsabilidad es un gran poder. Y como le dijo el tío Ben a Peter Parker, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Redundancia y perogrullada aparte, no deja de ser cierto, y por cada uno al que la responsabilidad le atenaza nos encontramos a otro al que directamente se la trae al pairo.
¿Que por qué digo esto? Pues porque la responsabilidad es fundamental en las Fallas. Es un ingrediente básico y hay que ser conscientes de que cada uno la ejerce, la ejercemos, de formas diferentes. Un ejemplo: los presidentes. Me cuentan que más de uno que ha ido a las reuniones preparatorias para directivos de falla y, por ende, para presidentes con la “L” de novatos, están saliendo de color blanco, sino amarillo chillón. Asustaditos. ¿Por qué? Pues porque detrás del oropel, del armiño, del atractivo dorado de la poltrona, está la responsabilidad. Y los presidentes tienen mucha responsabilidad. Toda.
Ser presidente de falla no es una broma. Habrá quien así se lo tome, y se crea que todo dentro de la fiesta es una fiesta. Que esto es jauja y el fajín rojo (figurado, porque ahora pocos se ven) le da plenos poderes para hacer lo que se quiera sin consecuencias. Después viene la realidad, una que golpea en los morros a la falla cuando llegan denuncias, quejas y sanciones. ¿Y quién da la cara? El presidente.
Quizá por esa responsabilidad encontramos cada vez más bicefalias, grupos de tres, de cuatro y gestoras. Compartirla hace la carga más liviana, por más que al final uno figurará de presidente en el censo de la Junta Central Fallera.
Me quito el sombrero ante aquellos que deciden decir un sí y coger las riendas de su falla. Y a sus falleros les pido respeto, comprensión y facilidades, todas las del mundo, para que puedan llevar su tarea adelante.
La responsabilidad también la tienen aquellos que llegan a la Junta Central Fallera, todos con la ilusión de un niño en su primer día de colegio. Y con un trabajo que hay que respetar, valorar y aquilatar, por más que al fallero siempre le guste dar candela al miembro de “la Central”. 
Y la responsabilidad es inmensa para el que gobierna la nave de la fiesta. Una fiesta en la que han de caber todos. Todos. Y me da la sensación que últimamente los pasajes van caros. No veo a todos en el mismo barco. No veo un rumbo compartido. Veo un rumbo. Pero no el que opino que debería ser. ¿Hacia dónde va el barco de la fiesta? En este caso tendríamos otra historia que ya les contaré un día. Prometido.
 
PD: “La Central” es una expresión para designar a la JCF que utilizaba el gran Pepe Bea, quien nos dejó este pasado mes haciendo que el teatro, la cultura, las presentaciones, las fallas y las cabalgatas del ninot se queden muy tristes. Maestro, te echaremos mucho de menos.