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Braulio Torralba 

Y es que hay que reconocer que los tiempos que corremos propician la radicalidad en las personas, eso es algo claro y evidente. La  crisis ha hecho mella en la sociedad y está demostrado que ese 30%  del país que vive por debajo del marco de la pobreza es  un grave error y una vergüenza.

Por desgracia, Valencia también participa en ese lamentable porcentaje, de ahí la cantidad de comisiones que han visto mermado su censo y que se las ve y se las desea para sacar adelante los presupuestos.

Hasta ahí la evidencia, hasta ahí la necesidad de estar hasta las narices de las constantes picias y desvanes que se destapan cada día por parte de unos y otros y por lo tanto  lógica la indignación de la gente y las consiguientes protestas donde haga falta.

Pero, lo que no puede permitir nadie, y menos los falleros, es que un grupito de diez a quince personas hagan lo que pude contemplar personalmente después del disparo de la primera mascletà. Nuestra Falleras Mayores y sus Cortes presidían el balcón y tan solo hacía acto de presencia Francisco Lledó, en calidad de presidente de JCF, que  además iba vestido con el traje regional. No era el día para demostrar  ese rechazo que todos sentimos por la gestión de nuestros políticos, y menos en la situación y modo en que lo manifestaban ese grupito de personas.

La indignación llega cuando se denuncia ese hecho concreto y se desata la marimorena, incluyendo alguno que dice perteneces al colectivo fallero. Se puede entender que, por su lógica,  estos jóvenes muestren su desacuerdo, pero nunca  llegando a la descalificación y al insulto de quien lo denuncia. No es de extrañar, no nos extrañamos y no nos coge por sorpresa.  Lo que sí es extraño,  es que alguien trate de justificar lo injustificable  buscando mas patas al gato de las que tiene o dudando de la ética en la información que realizamos. Por ahí no pasamos.

Si se quiere apoyar el radicalismo, proceda o no,  que  es algo a lo que todas las personas tenemos derecho y que es libre, que sepan que lo entenderemos, pero cuando se llega a términos como los de ayer, ahí dejan de tener nuestro respeto; porque, aseveramos,  que lo que se dijo tenía su verdad, lo que lamentamos es que al dar la noticia no se precisó en qué tan sólo se trataba de un grupo de diez o quince personas. De ahí nuestras disculpas al resto.