julio2011Esta afirmación pronunciada por Daniela Gómez de los Ángeles el pasado 25 de febrero quedará a buen seguro para la posteridad como uno de los iconos de las Fallas 2018. Una frase, un concepto, un sentimiento que resume y define a la perfección a una fiesta y a un colectivo, el fallero, cuya cultura y esfuerzo diario están muy por encima de sus gobernantes.

Gracias, Daniela. Con apenas 11 años dejaste para las hemerotecas una frase que, voluntaria o involuntariamente, puso en evidencia el actual sistema educativo.

Las fallas son para Daniela, como para miles de niños, la mejor de las extraescolares posibles, porque en las fallas, en sus casales, desarrollan una actividad paralela a su educación que les enseña valores como la igualdad, la solidaridad, el trabajo en equipo, las tradiciones, el folclore, la lengua de su pueblo, y en definitiva una base cultural que encuentran fuera de los centros educativos.

Un concepto, extraescolar, que debería suponer el sonrojo de toda nuestra clase política, porque las Fallas, esa fiesta de la que sólo se acuerdan nuestros gobernantes para ganarse los titulares de prensa, y cuya declaración como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad proclaman a los cuatro vientos cuando tienen un micrófono delante, es maltratada y ninguneada por la administración desde tiempo inmemorial, algo que dejaría al descubierto una encantadora niña con una frase.

Las Fallas, ese patrimonio declarado y al que hay que salvaguardar, no pueden seguir siendo simplemente una actividad extraescolar para los más pequeños. Las Fallas no llegan a ser para nuestros gobernantes ni esa ‘maría’ que puede aprobarse si el resto de calificaciones la compensan. Las Fallas sencillamente no son nada en nuestro sistema educativo. No son nada para nuestro conseller d’Educació, Investigació, Cultura i Esports de la Generalitat Valenciana, más preocupado de incentivar el sectarismo lingüístico que la cultura emanada del pueblo. No son nada para nuestro concejal de Cultura Festiva, quien, por ejemplo, todavía no encontró fecha para recibir a los poetas festivos.

Escuchamos a nuestros gobernantes hablar y hablar del sistema educativo, de las diferencias entre las comunidades autónomas del Estado, de lo malos que son unos y lo buenos que son otros, pero de lo nuestro, de las Fallas, nada de nada.

En nuestros colegios no se da a conocer quiénes fueron Salvador Debón, Regino Mas, Juan Huerta, Vicente Luna, Josep Bernat i Baldoví, Anfós Ramon, Salvador Giner Vidal, José Calixto Serrano Simeón, Maximiliano Thous Orts, Vicente Caballer Calatayud, Ricardo Caballer Zamorano o Gregorio Juan ‘Gori’, entre otros muchos nombres que forman parte de nuestra fiesta y nuestra cultura. De nuestras aulas nuestros hijos no salen, por ejemplo, con una formación pirotécnica reglada de consumidores reconocidos como expertos (CRE).

En nuestros centros educativos la fiesta fallera sólo existe para ponerse un día un blusón y pañuelo, mientras en el patio se queman cuatro cajas de cartón viejo. A eso se limita el Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad para nuestros gobernantes.

Los niños no son el futuro de la fiesta, son un presente que hay que cuidar para poder perpetuar el futuro de nuestra cultura como pueblo.

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