Con medio terremoto final sin disparar, y las fuerzas de seguridad acordonando la zona, el pirotécnico se iría al balcón para saludar y hacerse las preceptivas fotografías.

La jornada parecía premonitoria. Todo aquel que se acercaba a la plaza miraba con extrañeza la disposición del disparo. Nada de la estética habitual, simétrica y perfectamente identificable. Baterías excesivamente juntas y tiras destensadas, algunas de ellas con apenas 30 centímetros de distancia al suelo.
Todo comenzó como se preveía, pero la evidencia llevaría a centrar el objetivo en un punto exacto, esperando a que llegara el momento de que el fuego alcanzara este punto. Las casualidades no existen, y la lógica se impuso.

Un error puede ser accidental. Todos somos humanos y todos podemos errar. Pero más allá der error, o los accidentes involuntarios, se encuentra la actitud frente a los avatares del destino, debiendo asumir cada uno la responsabilidad que le corresponde.
Medio terremoto final en el suelo, hablamos de más de 20 kilos de pólvora según los expertos, nada de un par de kilos. La preocupante mirada del concejal desde el balcón así lo evidencia. Frente a esto, y de forma unilateral, el pirotécnico abandona la jaula y decide acudir al balcón sin el acompañamiento preceptivo del Algarrobo.
Pedro Luis Sirvent llegó a asomarse al balcón saludando a una calle vacía por el cordón de seguridad, recibir los aplausos del Alcalde, y regidor, hacerse las pertinentes fotografías, mientras en el mundo real las fuerzas de seguridad acordonaban la zona ante el evidente riesgo. Entre el personal de la pirotecnia Alicantina, unos saludaban al público y otros aseguraban tiras de pólvora sin explosionar.
Impecable trabajo el de Juan Parra y el equipo del Algarrobo junto al resto de los responsables de seguridad de la plaza.
Mañana será otro día.

Guardar

Guardar