El día amanecía complicado, pero a las nueve de la mañana y con el parte meteorológico bajo el brazo, los bomberos darían el ok definitivo. A toda velocidad el equipo de la Zaragozana desplegó lo previsto, y esperó a la preceptiva orden.

Dos nuevas parejas de ambas cortes, junto a las falleras mayores de Valencia, darían la orden o grito de inicio, y en un visto y no visto, tuvimos un disparo tan frenético como armónico. En esta ocasión el bueno de Luis Brunchú al frente de la empresa integrada en el grupo francés Etienne Lacroix, tiró de oficio, y ajustándose al presupuesto, supo racionalizar el fuego para ofrecer un disparo académico, sin estridencias cromáticas o aromáticas, y con ese regusto final de buen postre. El cuerpo nos pedía más, pero eso son 3.000, y a día hoy el cuerpo no está para seguir palmando pasta.

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