Carro vacío

braulio01Después de lo vivido con anterioridad y lo que estamos pasando en el presente, la verdad es que la incógnita sobre el futuro de la fiesta empieza a ser preocupante. Y es que mientras se dependa de la política, el futuro va a seguir siendo incierto, y todo a pesar de que casi nadie, de momento, piensa en cambiar esquemas sobre el particular. La sombra de la duda de lo que pasaría al desvincularse el consistorio nos devuelve a la realidad actual dejando todo en manos de tendencias políticas. El miedo a que los apoyos, las subvenciones, el soporte, etc., no sigan en la misma medida, es la incógnita que hace fuerte el no al cambio. Y lo peor de la cuestión es que los políticos lo saben.

Cuando pensamos en el ejemplo de Alicante con las Hogueras nos tropezamos con algo muy determinante, que no es otra cosa que el empeño, el momento y las circunstancia en que se planteó. Nada que ver con Valencia y, sobre todo, con el momento de desunión que existe en nuestro colectivo.

Y digo desunión porque es la realidad más pasmosa que nos asiste. El meninfotisme siempre ha estado presente en la fiesta, pero es que en la actualidad se ha generalizado de una forma preocupante. Aquí todo el mundo arrima el ascua a su sardina y pasa de complicaciones personales, y eso sirve como caldo de cultivo para quienes dirigen los destinos, lo que nos lleva a desestimar un próximo congreso tan solicitado por esos mencionados dirigentes.

Por eso, a escasos meses de unas nuevas elecciones municipales y autonómicas, nos topamos de nuevo con la incógnita de ver quién será el director de orquesta de nuestra principal fiesta y una de las mejores del mundo, si es que no es la primera. A nadie le gustaría encontrarse con gente que no conoce nuestra idiosincrasia, que tergiversa las cosas, que se inventa modificaciones sin el criterio adecuado, que obvia nuestras tradiciones o que quieran aprovechar la coyuntura para hacer de su capa un sayo.

Lo bien cierto es que, por parte de algunos, las espadas están ya en alto y el esfuerzo en convencer se acrecienta. El juego político con la vista puesta en las elecciones ha comenzado. Veremos cómo concluye todo.

Ni pongo ni quito rey, pero para los falleros es muy importante que quien esté al mando se ocupe de aunar, no de imponer, olvidando, dentro de lo posible, su ideología.

manoloOk1Mientras la Ciudad del Artista Fallero vuelve a ser la olvidada de todos, diversas asociaciones miran a las fallas como la plaga que creen que es y oficios como el del pirotécnico o el de artista fallero, esencia pura de la fiesta fallera, siguen sin tener testimonio físico de su grandeza y del agradecimiento que les debemos, la fiesta, ésa que pagamos unos cuantos y critican, manipulan, envilecen, manejan y maltratan otros tantos, sigue su curso. Mejor debería decir su deriva; periplo hacia un puerto en tierra ignota, de nadie y seguramente desértica.

Oigan, que a todos los que somos falleros nos cuestan nuestros cuartos pagar las cuotas y lo que no son cuotas para poder plantar falla y regalarnos anualmente un homenaje de autocomplacencia. “Somos la mejor fiesta del mundo”, claro, y eso nos deja saciados. Nos creemos nuestras afirmaciones y somos dogmáticos. Salimos en defensa de la fiesta diciendo que las Fallas “serán lo que quieran los falleros”, cuando aquí los falleros pintan bien poco al final del cuento. Un cuento, por cierto, que parece escrito por los hermanos Grimm, y no porque haya hadas. Más bien porque siempre aparece un lobo, una bruja o un monstruo que nos quiere comer por los pies.

Yo ya no me aguanto las ganas de gritar A ver cuántas veces tenemos que decir eso de que las fallas las hacemos los falleros. No, es que parece ser que no las hacemos nosotros. Que esto es una fantasía utópica que aparece todos los años en las calles. ¡Regocijo y jolgorio! Qué bonita es Valencia en Fallas. Hay fallas plantadas, pólvora, colorido, vienen turistas y somos la repera. Ay, pero esto es un esfuerzo de todos. ¡Y unas narices! Ya está bien de lo que está bien.

Un cenutrio sería si no creyera que la fiesta ha de conllevar respeto, educación, civismo y sentido común. Evidentemente, la hacemos los falleros, pero la disfruta el mundo. El mundo entero. Y así ha de ser. Y para eso se plantan fallas, para que las vean propios y extraños. Pero aquí el que hace la fiesta es el fallero.

La ecuación parece que muchos no la acaban de resolver. Pongo un ejemplo práctico. Imaginemos por un momento que al porcentaje de falleros apuntados en una comisión por la fiesta (léase verbena, francachela y condumios) les quitáramos la posibilidad de disfrutar en Fallas de estos particulares no colocando, por ejemplo, una carpa, ese infame elemento de discordia. Imaginemos que al que gusta de iluminar su calle le quitamos la posibilidad de hacerlo. Imaginemos que al fallero que vive por y para plantar falla le quitamos formas de recaudar ingresos, le ponemos las cosas más difíciles de lo que están y le complicamos hasta cómo plantar su falla. Imaginemos que no ponemos food trucks, mercados, churrerías. Imaginemos.

Ahora imaginemos de dónde vendrían las vitamínicas aportaciones únicas para ‘salvar al fallero Ryan’. ¿De la hostelería? ¿De la colaboración desinteresada de los vecinos? ¿De los comercios? ¿De los políticos? Pues oigan, mientras tanto… el festero, dado de baja. El fallero de cuota, dado de baja. El fallero de 365 días, dado de baja. El fallero, dado de baja.

Ya me genera mucha frustración oír aquello de “¿para qué las carpas?”, “¿verbenas?”, “¿cortar las calles para qué?”. Pues yo se lo digo. Para poder seguir plantando falla. Y si no lo entienden, de verdad, no intenten jugar a ser falleros. Séanlo y apúntense a una falla. Valencia lo agradecerá.

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