Carro vacío

BraulioCuando echamos un vistazo a lo plantado en las diversas demarcaciones, nos encontramos con verdaderas obras de arte que vienen a demostrar el oficio y el esfuerzo de nuestros artistas falleros.

En nuestra anterior editorial hablábamos de la situación caótica en la que se encuentran algunos de los artistas que componen el colectivo, la triste situación por la que alguno de ellos, o ha de cerrar el taller, o no se atreve a pronosticar el futuro inmediato de su taller.

Y es que con esas obras de arte que presentan, el oficio de sus creadores y el esfuerzo que suelen realizar, nos encontramos con una situación un tanto incomprensible. Cuando vemos los presupuestos con los que trabajan y echamos un vistazo a lo que después se planta en la plaza, no nos cabe la menor duda del motivo de esa situación de agobio a la que se están enfrentado alguno de ellos.

Si analizamos uno a uno los resultados de esas determinadas fallas, nos vamos a encontrar con un esfuerzo desmesurado por parte del artista y una situación de beneplácito para las comisiones que se ven favorecidas con ese proceder. El artesano arriesgar su futuro y la comisión se ahorra unos miles de euros que después utiliza para otros menesteres más lúdicos. Y así no hay futuro.

Podríamos poner ejemplos sangrantes, pero no lo vamos a hacer, tan solo pedir prudencia a esas comisiones que con sus ‘benevolencias’ están provocando esa situación de penuria que tiene el artista y que de seguir así vamos a agudizarla en los próximos años. Porque estamos hablando de volúmenes impresionantes, realizaciones extraordinarias, pinturas espectaculares y acabados perfectos. Con los presupuestos actuales difícilmente se puede llegar a pretender lo que muchos piden o lo que otros dan.

Por otro lado, y con un poco de análisis, podemos comprobar lo contrario. Fallas con presupuestos similares que, por su contenido y continente, en comparación con otras, no llegan a esos volúmenes. Y es que, quizás, esos artistas y comisiones tengan las cosas más claras.

ManoloParecía que era un final de fiesta tranquilo, con las elecciones estorbando lo justo, porque algo han de enturbiar el desarrollo de la fiesta cuatro procesos electorales en ciernes. Es de cajón. Pero lo que tiene ‘cajones’ es que de repente, sin que nadie le haya llamado a la fiesta, un concejal del Ayuntamiento de Valencia empiece a hacer campaña para sus adeptos demonizando a la Federación de Fallas de Sección Especial por elegir su jurado como, hablando en plata, le dé la real gana. Que para eso pueden hacerlo según las directrices de elección de los jurados del concurso de fallas. La sonrojante situación, digna de entrar en la historia de la fiesta por la puerta grande, no hizo sino soliviantar los ánimos del colectivo fallero a día 13 de marzo. Es decir, que todos pensando en plantar y en disfrutar lo que en un año se ha ido preparando, y el político que juega a disfrazarse de fallero les arrea una pedrada recordando de nuevo aquello de los ‘machotes’.

Una más. Una más dentro de la lista de dislates de un concejal que, en cuatro años, ha demostrado su amor por la fiesta. Porque cuando se quiere a la fiesta no se le hace sufrir, y la gestión de Fuset ha hecho sufrir, y mucho, a la fiesta.

Vendrán las elecciones, habrá vencedores y vencidos, y veremos quién es el elegido para ocupar la presidencia de la JCF. Si repite el actual, pues ya sabemos lo que tendremos. Baile todas las semanas con orquesta y animación. Mucha animación. Alterando la tranquilidad del fallero y dejando con aquello al aire al colectivo que se supone que ha de defender. Que no ha defendido en cuatro años, por eso digo aquello de ‘se supone’.

Podríamos decir que ya la injerencia descarada y electoralista para su parroquia que desató Fuset a través de las redes sociales, campo minado de palmeros donde los haya, fue la gota que colmó el vaso. Pero no, amigos, la gota referida debió de caer hace ya tiempo porque los charcos que formó el vaso son los que ha ido chafando continuamente el regidor.

Su obsesión con una medida rechazada varias veces por el mundo de las Fallas en sus órganos de decisión, la de los bombos paritarios en los jurados, no le ha hecho ver que el dirigismo del que siempre ha hecho gala en sus polémicas decisiones le lleva a echar gasolina continuamente sobre las ascuas de su relación con las fallas. Y ese dirigismo, ese ‘venga, por aquí, que vosotros no lo sabéis, pero es el camino bueno’, ha mermado el sentir democrático del pueblo fallero, que siempre lo ha sido mal que le pese a ciertos políticos.

El fallero vive su fiesta con naturalidad, sin imposturas, sin complejos. Pero de un tiempo a esta parte el fallero vive la fiesta mirando de reojo para advertir cuál será la nueva polémica que le salpique por obra y gracia de la actual gestión festiva.

Como decía Saza en la maravillosa película Amanece que no es poco, “ya no aguanto este sindiós”. Aquí hay un colectivo que va por un camino y un encargado del mismo que va por el otro. Y así estamos, más rotos que los platos que se han roto durante estos cuatro años. Y al final, a pagar los platos rotos el fallero. Que a fin de cuentas es quien paga la fiesta. Quien hace la fiesta. El fallero es la fiesta. Y el político está para servir a la fiesta, no al revés.

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