Carro vacío

JulioCon los calores estivales todavía en el cuerpo, me adelanto a las fechas navideñas manifestándoles mis mejores deseos. Algo anticipado pensarán algunos, pero quizás el motivo no es otro que la necesidad de confiar en la Navidad, por ver si con ella renace nuestro tejido empresarial.

Digo nuestro porque más allá de las ‘paguitas’ para cinco o partidas para disparos conjuntos, más rentables para la foto política que para las necesidades reales del sector, muy posiblemente la economía vinculada a nuestra fiesta fallera haya sido una de las más dañadas en esta pandemia. Solo hay que escuchar a sederos, orfebres, indumentaristas, pirotécnicos, artistas, etc.

Sin soluciones políticas a corto o medio plazo a su ya delicada situación ‘pre-covid’, la economía ‘fallera’ agoniza, esta vez gracias principalmente a los agoreros, futurólogos y egoístas que no calcularon bien las consecuencias.

Si algo ha quedado demostrado con el pasar de los días es que la decisión tomada con un mes de antelación fue, como mínimo, precipitada. Esto no quiere decir que el 15 de julio hubiera sido la fecha más adecuada para cerrar un ciclo al que apenas le quedaban cinco días, o quizás sí, pero no mantener esa posibilidad fue un evidente error y un agravio comparativo con los datos en la mano a 15 de junio y en la actualidad de otros puntos de nuestro país.

El plan piloto que trasladó en la segunda quincena de junio a cerca de 11.000 alemanes a las Islas Baleares se puede calificar como todo un éxito.

Mallorca, considerada para los alemanes como el número 17 de los Bundesländer (estados federados de la República Alemana) ha certificado la garantía que ofrecía el Gobierno balear para el regreso del turismo. Esto no quita las deplorables imágenes entorno al Ballermann 6, o la noche de la famosa ‘Bierstrasse’ en s’Arenal. Como igualmente lo fueron también las aglomeraciones que vimos en los ‘No Sanfermines 2020’, donde, a pesar del descontrol de algunos, la ‘no fiesta’ se saldó con un solo brote generado en un almuerzo, lo que supuso menos de 30 contagios, sin apenas consecuencias.

Después de estos dos ejemplos, repasen ustedes mismos las cifras que se nos ofrecen a diario. Lo ‘brotes’, mal llamados ‘rebrotes’, son tres o más casos comunicados que no suelen superar los diez, suponiendo estos el 75% de los contagios contabilizados a día de hoy en territorio español, con sus no fiestas, botellones, reuniones familiares, de amigos, laborales, o fiestas ilegales.

Consulten ahora las denominadas ‘transmisión comunitaria’ correspondientes por ejemplo a los casos de la comarca leridense del Segrià o la originada en la Franja de Huesca, en ambos casos generadas entre temporeros de dudosa condición de habitabilidad, y mínimo tratamiento frente a los riegos laborales. Una responsabilidad que alguien debería asumir. Comprueben también la ocupación hospitalaria y su funcionamiento, a pesar de las bajas y vacaciones no cubiertas.

Si algo ha quedado demostrado con el pasar de los días es que la decisión tomada con un mes de antelación fue, como mínimo, precipitada.

Volvamos a la ciudad de Valencia, y más allá del periodismo ficción o interesado; los del curso CCC de futurología; los festeros censados en comisiones falleras, o de quienes en el colmo del cinismo abogaron por la suspensión de la fiesta y ahora critican que un epidemiólogo prefiera una menor número de turistas para evitar la mayor probabilidad de contagios, agradecería saber quién puede asegurar, con datos, que el mes de julio con menor turismo de la historia reciente de la ciudad, con las medidas sanitarias posibles y sin grandes actos, no hubiera sido quizás el mejor momento, o el menos malo, para cerrar el ejercicio, y por ende, salvar la economía de multitud de familias.

No hablo ahora de la Mallorca germánica y sus chiringuitos plagados de alemanes bañados en cerveza, hablo de mi barrio o del suyo. ¿Qué diferencia hay entre algunas terrazas de bares o cenitas grupales que ya vimos por redes sociales, con una cena de falleros en el largo de una calle? Se lo digo yo: las concentraciones de los falleros en sus barrios hubieran tenido a buen seguro mayores medidas de seguridad. De surgir posibles brotes no hubiera habido ni necesidad de rastreo, solo un aviso en el grupo de WhatsApp de la falla, por no profundizar en que el mayor segmento de edad que actualmente más contagios acumula es, desgraciadamente, el de menor presencia en las comisiones falleras.

Al margen de todo esto, ¿quién garantiza que en seis meses no estaremos en la misma situación? ¿Pospondremos entonces a 2022 las fallas de 2020? ¿Cuál sería la diferencia? Lo único que podemos asegurar es que, hasta entonces, los falleros, esos a los que menosprecian por gastar ‘su’ dinero en comilonas y no en falla, seguirán como ONG’s sin beneficio fiscal alguno, pagando su cuota sin poder realizar ni el 50% de sus actos, y mientras nos habremos dejado en el camino un buen número de puestos de trabajo. Feliz Navidad.

AlejandroEl mal sueño prosigue. Pensábamos que iba a pasar pronto, pero no. Por desgracia la covid-19 llegó para quedarse, por lo menos a medio plazo, y cuando pensábamos que esta pesadilla que se iniciaba en nuestro querido marzo pasaría pronto nos equivocábamos. Ha llegado para quedarse, amargarnos la vida y cambiarla de una forma brutal, con perspectivas poco halagüeñas para el futuro.

La idiosincrasia de la sociedad valenciana y española va unida a nuestras fiestas. Es nuestra forma de vida y puntal básico de la economía de miles de familias que han visto como de la noche a la mañana su estabilidad es más inestable que nunca. Nuestro sector, el festivo, está dañado, muy dañado y necesitará de tiempo y muchas ayudas para salir adelante. Es tarea de todos y todas, de las instituciones públicas, pero principalmente del colectivo fallero, que es el que verdaderamente puede hacer que ese daño sea el menor posible. Tenemos y debemos de arrimar el hombro, aunque en ocasiones no se vean salidas claras, e intentar superar un bache grande, muy grande.

Llega el mes de septiembre y lógicamente va a ser muy diferente al de los últimos años. La Federación de Fallas de Especial ha propuesto celebrar ‘Una festa per a tots’ para reiniciar y poner los motores en marcha. Me alegra este tipo de iniciativas, porque entre otras cosas demuestra ese espíritu fallero de siempre intentar remontar, aunque las circunstancias sean muy negativas. Me encanta este sentimiento, aunque por desgracia vemos difícil su celebración ya que los datos de la pandemia este verano han sido desastrosos, pésimos, y el realizar actividades que pueda generar concentraciones de gente dudo mucho que nos las autoricen. Pero la intención es buena y de agradecer. Necesitamos alguna alegría y sentirnos vivos falleramente hablando. La Marina puede ser un buen espacio, un espacio amplio que permita evitar concentraciones de gente y adoptando todas las medidas sanitarias.

Llega el mes de septiembre y lógicamente va a ser muy diferente al de los últimos años. La Federación de Fallas de Especial ha propuesto celebrar ‘Una festa per a tots’ para reiniciar y poner los motores en marcha. Me alegra este tipo de iniciativas.

He leído muchos comentarios cuando se anunció la noticia de la realización de este evento. La mayoría son negativos, no les voy a engañar. Pero esa negatividad siempre reside en el desconocimiento de la fiesta y de nuestro colectivo. No hacemos esto para estar de fiesta, como dicen la mayoría de los comentarios. No hacemos esto porque solamente pensamos en la fiesta y somos ajenos a todo lo que estamos viviendo. Hacemos esto porque se requiere la necesidad de reactivar de alguna forma nuestra actividad. Se hace cómo decía al principio para sentirnos vivos, que nuestra fiesta siga viva. Claro que somos conscientes de la que está cayendo, claro que estamos preocupados, claro que hemos perdido a seres queridos, claro que hemos perdido trabajos, claro, claro y claro. Da rabia tener que recordar, en ocasiones de forma reiterativa, que somos ciudadanos y ciudadanas. Se realizará si se puede, y si finalmente es así, no tengan duda que será un espacio seguro, muy seguro, salvaguardando la salud de todo el mundo que la visite.

Este verano hemos visto mucha falta de responsabilidad de parte de mucha gente, que ha pasado de las normas establecidas, saltándose a la torera todo lo que se podía saltar. Fiestas multitudinarias, también clandestinas, reuniones de mucha gente sin guardar las distancias de seguridad, sin mascarillas y un gran etcétera que, seguro, que no tengo que recordar, porque se acuerdan perfectamente. ¿Recuerdan algún tipo de fiesta descontrolada en un casal fallero? ¿Recuerdan alguna concentración o acto realizado por parte del colectivo? ¿Les ha llegado alguna imagen de algún grupo de falleros y falleras saltándose alguna medida sanitaria? No, ¿verdad? No lo recuerdan. Es normal, porque no ha habido ni un solo caso.

No ha habido ni una sola denuncia a un casal por hacer algún tipo de reunión. No ha habido ninguna denuncia por montar una fiesta en una falla, ni hemos hecho ningún tipo de previa como en Navarra o en algún pueblo de Andalucía. Y no lo hemos hecho porque el colectivo fallero siempre se ha portado como debe comportarse, por mucho que digan de nosotros y nos recuerden los típicos estereotipos que, por desgracia, nos siguen marcando. La realidad es la que es: de nuevo el colectivo fallero ha demostrado ser prudente, responsable y solidario. Y de vez en cuando vale la pena recordarlo.